Capítulo 23

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(Canción recomendada para escuchar este capítulo: "Someone you loved" de Lewis Capaldi)

Audrey

Mi corazón palpitaba con tanta fuerza, apreté las sabanas con una mano para contener ahí todo el nerviosismo, mantener la cordura era mi prioridad pero sabía en el fondo que me hundiría en un derrumbe el cual nunca me había permitido una vez viéndolo a él.

Vi cómo el Doctor Harrison se dirigió a la puerta y le indicó a la enfermera dejar pasar a Eiden.

- Démosles un momento a solas. Está prohibido que alguien más interrumpa en esta habitación sin autorización. - La enfermera asintió.

Una vez ambos afuera, pasaron unos minutos antes de escuchar la manija de la puerta, no tenía el valor de verlo a la cara así que volteé a ver a mi derecha para solo ver por las grandes ventanas, cubiertas con unas cortinas largas blancas semitransparentes. Escuché la puerta abrirse, no tenía dudas de que era él, su misma esencia empezaba a rodear la habitación, quisiera decir que mantuve una expresión seria o al menos más relajada, pero era una misión sin éxito.

Los pasos lentos se escuchaban cada vez más cerca, no expresaba ninguna palabra, cada vez más cerca hasta dirigirse al lado derecho de la camilla, del lado a donde estaba volteando a ver, hasta estar parado justo ahí. Yo seguía viendo hacia las ventanas pero mi visión se nubló debido a las lagrimas que empezaban a salir, bajé la mirada y me mordí el labio. No sé cómo fue que lo hice pero subí la mirada hacia él.

Su cabello estaba un poco despeinado, venas resaltando por su cuello, y cierto color rojizo bajo sus ojos. No tenía su típico traje negro puesto, solo la camisa blanca remangada y desabrochada del primer botón superior. Al verlo a los ojos veía que los tenía húmedos, con los labios temblando, se cubrió la boca y trató de voltear a ver a otro lado pero regresó su mirada en mí. Se intentaba contener, así como yo, la diferencia era que sus sentimientos claramente eran de enojo.

Al regresar su mirada en mí cerró los ojos, su mano se convirtió en un puño sobre su boca, y me sacó el corazón cuando se dejó caer de rodillas y me sostuvo la mano, la misma con la que apretaba las sabanas. Apretaba mi mano con fuerza con ambas manos, escondió su cara en ella y fue cuando por primera vez escuché a Eiden Windsor llorar.

- Perdóname - De pronto dijo temblorosamente entre lágrimas. - No debí dejarte sola, ni hoy, ni hace años. No debí dejarlos a ambos solos. - Sollozó.

Escucharlo decir eso solo me dolió más como para empezar a derrumbarme con él. Por años me creaba diversas escenas en mi imaginación sobre este momento, preguntándome incluso si se llegaría a dar.

"... a ambos solos."

La manera en la que lo dijo, resaltando esas tres palabras, se sentía como si lo que sea que hacía presión en mi pecho fuera liberado. Pero adentro se quedaba aún el hueco, el sentimiento y costumbre a tener esa presión ahí. Quizás por eso me di el chance de sacar todo lo que sentía y pensaba, para soltarlo al fin.

- N-no. Perdóname a mí. - Respondí entre sollozos. Con mi otra mano busqué su mejilla y levanté su cara para verlo a los ojos. - Debí buscarte, d-debí haberlo protegido. Por mi culpa. . - Cerré los ojos entre el llanto, no pude terminar aquella oración.

- No digas eso. - Se levantó hasta sentarse en la orilla de la camilla sin desviar la mirada de la mía. Logró contenerse las lagrimas, aunque se notaba la tormenta de emociones que tenía. - No fue tu culpa Audrey. - Sus manos sostuvieron mis mejillas, lo hizo de una forma tan suave como si tocara lo más frágil. - Solo tenías 16, y eso lo aprovechó para hacerte lo que te hizo. He sido un idiota todo este tiempo, pasaste por todo esto tú sola. No entiendo cómo pudiste soportar estar cerca de mí y no decirme.

Alba: Una Luz de Amor (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora