Capitulo 18: El Reino de las sombras (Parte 1)

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Amelia

En medio del fuego y las cenizas todo lo que queda es sangre y dolor en el subsuelo de la ciudad de carbón, el mundo de arriba muere de hambre y aquí debajo se doblega la insurgencia en medio de agua y electricidad.

Los gritos se hacen cada vez más estridentes mientras desciendo, nadie me ve, pero todos me sienten, la luz plateada me guía hasta el último piso donde un pequeño niño de unos aproximados 10 años yace en el suelo con signos de tortura, su moreno rostro esta empapado de sudor y sangre seca, está desnudo y hecho un ovillo en el medio de la habitación, su respiración es apenas audible y el aire a su alrededor es denso y helado, recorro despacio las paredes llenas de sangre y arañazos y pongo mi mano sobre ella y de inmediato la imagen del chico atado a una silla mientras los militares lo golpeaban llego a mí, retire la mano y de vuelta al presente vi la misma vieja silla de madera a unos pocos pasos de mí camine en su dirección y pose mi mano sobre ella y de nuevo estaban los militares, pero ahora lo ahogaban en un depósito de agua para luego electrocutarlo con el agua aun corriendo por su pequeño cuerpo, podía ver como su cuerpo se sacudía violentamente ante la electricidad mientras sus suplicas amenazaban con romper mis tímpanos y algo más dentro de mí. ¿Cómo había llegado hasta aquí?, durante siglos había sido testigo de las fases más oscuras de la humanidad, sin embargo era la misma ambigüedad de su esencia lo que no permitía que la oscuridad terminara de reclamar mi alma, el ser humano significaba oscuridad, pero también significaba valentía, bondad y resiliencia, sus historias me impulsaban e intrigaban de maneras que no lograba comprender, de todas las criaturas los humanos siempre habían sido identificados como erráticos e inestables, pero había tanto más en su esencia, podía sentirlo cada vez que tomaba un alma, había un tipo distinto de magia que solo sus cerebros eran capaces de crear y podía verla claramente a través de sus almas, ellos lo llamaban arte, pero para mí era un don que muchos subestimábamos y a pesar de ser una princesa de las sombras considerada por ellos como un heraldo de la muerte cuyo propósito era llevar almas al tribunal del ónix nada era capaz de conmoverme como el arte.

Desde pequeña todo lo que podía recordar era estar rodeada de sombras, mi madre, mis hermanas y yo éramos los únicos seres con alma en mi reino, todo lo demás eran sombras que solo éramos capaces de ver por la tenue luz de la única luna en nuestro cielo, todo en mi hogar está compuesto de solo dos colores, negro y gris, de solo un clima templado y con constante neblina, nada en mi reino tiene vida ni un propósito más allá de servir al mandato del universo, éramos los jueces y desde cierta perspectiva incluso sus verdugos.

El olor a humedad y sangre me inundaba mientras caminaba hasta el cuerpo del pequeño niño, su alma aún seguía luchando por quedarse, pero no había mucho más que hacer, su cuerpo estaba a segundos de colapsar, podía ver sus nervios destrozados, sus huesos rotos y sus pulmones llenos de sangre, coloque mi mano sobre su cabeza y los recuerdos de las torturas fueron los primeros que vinieron a mí, pero los cambie por otros que desprendían tranquilidad, era un recuerdo de el jugando con otros seis niños más pequeños, corrían libremente detrás de un balón y reían a carcajadas, el sol estaba en su punto más alto y el calor los arropaba mientras compartían las bebidas y los helados, habían tantos colores a su alrededor, tantos olores, una mujer que pude identificar como su madre por sus rasgos lo abrazo con ternura y su pecho se llenó de alegría, la sucesión de pensamientos era cada vez menos feliz, aparecieron las peleas en casa porque no había suficiente para alimentarlos, luego llego el hambre y el llanto constante de sus hermanos más pequeños, la enfermedad que le robo a su mama porque no había medicinas en los centros de salud para ayudarla, la huida de su padre, la perdida de sus dos hermanas menores, la sospecha de que habían sido tomadas por los traficantes, la droga para apaciguar el hambre mientras trabajaba para llevar lo que fuera a sus hermanos, los hombres armados amenazando al que siquiera pensara en oponerse a ser doblegado, la rabia, el odio, la frustración, quiso hacer estallar al mundo y en cambio todo lo que logro fue haber sido arrastrado aquí junto a todo el resto de insurgentes poco mayores que él, había tanta oscuridad detrás de estas paredes, y antes de ser arrastrados aquí todos lo sabían, pero aun así eso no los detuvo en la batalla por sus familias, el alma del pequeño finalmente abandono su cuerpo y aunque tenía la sospecha de que los centinelas no vendrían por él, aun así espere el tiempo estipulado antes de llevárlo a mí reino, tres almas más le siguieron el resto del día, dos jóvenes y una mujer, había una historia similar a la del chico en sus cuerpos, pero a su vez una tan distinta en sus recuerdos, las chicas venían de familias adineradas que perdieron todo cuando el comandante ordeno demoler la propiedad privada, en la primera chica el resultado fue el suicidio de su madre y unos meses después la muerte de su padre, mientras que la otra chica que parecía aún más joven se escapó de casa porque sus padres habían decidido irse del país, ¿Qué sentido tenia luchar y perder la vida por algo que es más grande que ellos?, Ambiguo pensé, la esencia humana no era nada más que una ambigua bifurcación y la prueba de ello era la mujer que apenas perdió la luz los centinelas aparecieron para arrastrarla con ellos, no tenía sentido ¿Por qué estaba aquí entonces?, nada tenía sentido para mí y eso era lo que más me intrigaba de este reino, las preguntas se creaban con más facilidad y rapidez que las respuestas.

Herederos Del Infierno #1 EvangelyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora