Fui abandonada por mi madre cuando apenas era una niña, pero aun así me acordaba de su rostro desfigurado por la ira cada vez que decía acercarme. De cómo me miraba con rencor. Nunca entendí el motivo, pero me echaba la culpa de algo.
Mi abuela había muerto poco después de mi nacimiento así que me quedé más en las sombras de aquel odio familiar. Pero si tenía que odiar a otra persona más que a mí, fue a la abuela.
Decía que le había destrozado la vida. Su felicidad...
Fui de casa en casa de acogida, tuve la suerte del millón. Ya que a diferencia de otros niños mis padres adoptivos, fueron todos muy buenos. Incluso, en el presente, aún tenía contacto con algunos y se interesaba por mi vida.
Una de mis madres adoptivas se esforzaba para que tuviéramos algún contexto de nuestro pasado. Fue gracias a ella, que encontré los diarios de mi abuela, en un garaje donde estuvieron muchos años, en los diarios había una foto de ella, que tendría mí edad en aquel entonces y abrazaba a un chico gruñón llamado Arnold, según el pie de foto.
Los diarios no estaban completos, el dueño del garaje se disculpó ya que tuvo problemas con las tuberías y se estropearon cinco más. No se pudieron rescatar nada elegible.
Era mejor que nada. Cuando los leí, a pesar de la poca información que había, esclareció muchas cosas.
Mi abuela era como yo. Veía cosas que no existían para los demás.
Comprender que no era la única me hizo sentir extraña. Siempre había buscado sin descanso a alguien como yo, y cuando descubrí que no lo era la única, esa persona estaba muerta.
Mi madre no pareció haberlo heredado, cuando hablaba de lo que veía me daba bofetadas y me decía que era una mentirosa, que solo quería complacer a la abuela.
No tenía sentido porque nunca la conocí, a no ser que estuviera hablando de su fantasma a la que nunca vi.
Conduje el coche hacia el pequeño territorio de Whitelie, en internet figuraba un buen mapa del lugar y las señalizaciones pero por algún motivo no mostraba el pueblo de mi abuela. En el diario había pocas descripciones del pueblo, tendría que preguntar cuando me acercara.
Llegué a Whitelie y la primera persona que me encontré fue un policía, ¿Por qué era un imán para ellos?
Le puse mala cara pero se acercó igualmente al verme revisar el mapa con fastidio.
-¿Perdida? -asentí a regañadientes, se notaba demasiado que era una forastera -¿Dónde se dirige?
Cuando le dije que buscaba el pueblo de Hamlet se asombró.
-Vaya, espero que no tenga miedo a las alturas.
Me explicó cómo llegar. Fue bastante amable, incluso me dio un mapa que tenía en la guantera de su coche patrulla.
Me despedí de él, de mejor humor.
No exageraba, al subir entre aquellas carretera negra mojada por las continuas lluvias, noté lo peligrosos que era. La pendiente era peligrosa y parecía un lugar que tenía problemas con los derrumbes.
Me asomé por la ventanilla cuando pensé que me había perdido de nuevo y vi los precipicios, ¿cuántas personas habrían muerto por culpa de esa carretera peligrosa?
No había señalizaciones del pueblo, realmente era como si quisieran estar escondidos del mundo.
Llegué bastante tarde pero aún no había anochecido.
Estacioné el coche sin mucho miramientos. Y la gente del pueblo se me quedé mirando, los ignoré, más por timidez que por otra cosa. Nadie me daba miedo realmente. El hombre que me ayudó con el papeleo, abogado del fallecido me encontró enseguida.
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La sombra del Alfa
WerewolfXaria decide mudarse al pueblo de Halemt, lugar de nacimiento de la abuela que nunca conoció. Se decidió tras leer sus diarios y comprender que ambas tenía un don para ver cosas que los demás no podían ver. Sin embargo, hay cosas que es mejor no ver...