Parte 25

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Algo iba mal. No había ido por la mañana a desayunar a la cafetería pero Joel que estaba en el porche no se quejó ni una sola vez de hambre.

Me asomé por la ventana, se veía ausente.

-Puedes ir a desayunar por tu cuenta. No voy a salir -le prometí.

Joel sacudió la cabeza.

-No tengo hambre.

Hice la prueba de fuego, le alcancé sobras de la nevera de comida de Marina pero la rechazó. O tenía una enfermedad terminal o algo malo había sucedido por la noche cuando estuvieron trabajando. Insinué e hice preguntas para dar un rodeo para ver si me lo contaba pero Joel fingió no escucharme.

Recibió una llamada, eso lo dejó muy triste. Se levantó.

-Entendido -me miró de reojo -No, yo también estoy de acuerdo. No creo que sea buena idea. Es...duro...no quiero que lo vea así. Si, sí. Me alegro que pienses igual. Ahora voy.

Colgó y se puso la chaqueta.

-No salgas de casa -me advirtió -si necesitas algo llama a Marina. ¿Entendido? Ni un pie afuera.

-Vale -lo miré, asustada -¿Qué sucede, Joel? ¿Algo muy malo? ¿Por qué no puede saberlo?

Joel me colocó una mano en la cabeza.

-Nada grave, lo prometo. Solo tenemos mucho trabajo, siempre sucede con se acerca la temporada de frío -me sacudió la cabeza como era lo habitual -ni un pie afuera -me amenazó y se fue en su moto.

Obedecí para no causar problemas pero estaba muy preocupada. Esperé mirando el reloj que avanzaba lentamente. Pasaron unas horas cuando escuché un estruendo de un montón de motos. Me asusté y salí de inmediato al porche.

Eran tres de los más jóvenes. Derraparon con las motos por el fuerte frenazo casi chocando con las escaleras de mi casa. Algunos vecinos se asomaron de sus ventanas para insultarlos por que era muy temprano para sus locuras.

-¡Deprisa! -uno me jaló del brazo y otro me puso un casco de moto -móntate. Están a punto de darse cuenta.

Lo hice a pesar de que odiaba las motos, me monté aferrada al chico que ni siquiera sabía su nombre. El chico aceleró lo máximo que podía.

Fue un viaje largo a pesar de la velocidad. Bajé de la moto con temblores, mis piernas se habían convertido en puro flan. Realmente no estaba hecha para ser una motorista. Era el peor vehículo para desplazarse en terrenos tan desiguales y resbaladizos por la lluvia y el barro. No tenía ni idea de como no nos habíamos estrellado en las curvas más mortales.

Los chicos parecían decepcionados de mi estado.

-¿Qué le pasa? Si la ve así nos meteremos en un lío más grave aún. Creerá que le hemos hecho algo, como pegarla.

-A saber. No entiendo a las mujeres -miraron al tercero -tú sabrás, ¿Verdad? Dicen los mayores que has empezado a sentir "eso" hace un par de días.

El tercer chico los ignoró y me jaló del brazo haciéndome daño mientras me arrastraba. Parecía muy molesto por el comentario del segundo chico.

-Desobedecimos las ordenes -me adelantó -pero creemos que estamos en lo correcto. Los mayores son demasiado puristas en acatar órdenes sin rechistar incluso cuando no tienen sentido como las de ahora. Ojalá fueran como Kylian.

Me di cuenta que estábamos en el bosque, al menos una zona del claro. No tenía el verde profundo donde ellos iban a cazar wendigos. Me llevaban hacia una casa no muy grande, aunque me recordaba a un granero porque no tenía porche, ni siquiera veía que tuviera ventanas.

La sombra del Alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora