Parte 21

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Pasé la noche en vela, igual que mi jefe, intentando descubrir cualquier rastro mínimo. Menos mal que la factura de teléfono estaba dirigida a nuestro departamento. Todos los contactos que me pasó, incluso de los vecinos de su departamento no me decían nada. Miré fotos personales, lugares que frecuentaban y nada de nada.

Tenía una mala sensación, como si no estuviera ni vivo, ni muerto, ni desaparecido. Como si ese hombre nunca hubiera existido. A pesar de los datos de nacimiento y sus huellas dactilares, era como si hablaran de un personaje ficticio.

-¿Se te ha acabado el poder mágico? -me dijo mi jefe, bostezando.

Miré que eran las cinco de la mañana en el reloj.

-No lo llames así -también bostecé -¿Cuándo me traerás sus objetos personales?

-No deben tardar mucho, quizás por la tarde. Tenemos suerte, ese día no tenía su reloj; lo mandó a arreglar. Se lo pediré a su hermana. Ella es la que pidió que te encargaras, se contactó con otros familiares que has ayudado en el pasado.

Suspiré.

-Bueno, dejémoslo por hoy -cedió mi jefe, a punto de caer desfallecido -llámame cuando toques el reloj.

Me tiré a la cama aún con el teléfono en la mano.

Dormí tres horas. Mi pelo todavía seguía bonito, gracias a las manos de Marina y no tuve que batallar mucho con él. Me puse una coleta alta, algo infrecuente porque nunca me gustaba como se me veía en mí , prefería el pelo suelto para tapar lo máximo mi cara. Pero esos días me sentía más amable con mi aspecto, sobre todo con mi cara. Era muy difícil sentirse ordinaria o fea cuando Darek me veía con esos ojos llenos de adoración.

No me llevó más de quince minutos estar presentable cuando salí con material de trabajo hacia la cafetería. Me encontré con Robin y Darek charlando a quince metros de mi casa. Me preocupé, al ver a Robin. Pero el chico parecía el de siempre, aburrido de todo. Robin le hizo señas a Darek de que había salido.

Corrió con una gran sonrisa.

-Buenos días -me saludó con ojos brillantes.

-Buenas -miré a Robin que se montó en su moto y se fue a la cafetería -¿Les fue bien anoche?

-Todo fue bien -se fijó en mi ropa -¿Por qué no llevas puesta la chaqueta?

-Ni siquiera es de mi talla, es muy grande -comenté, incómoda.

La había puesto con cuidado en una percha y en los descansos de mi investigación me la quedaba mirando como si fuera un objeto mágico.

Sacó su móvil.

-Se lo prometí.

-¿Qué?

-Hacerte fotos con ella puesta. No se cree que te las llevase por voluntad propia. Es verdad que le miento mucho pero no sería tan rastrero.

Entró en la casa y la buscó. No le fue difícil encontrarla, estaba a la vista. Me la alcanzó y yo me la puse. Parecía una niña pequeña al tenerla puesta, las mangas me quedaban muy grandes. Me las arremangué como pude, pero quedó peor.

Me jaló hacia el porche donde había mejor luz.

-Ahora haz poses sexys.

Me lo quedé mirando como si fuera una cucaracha y tomó la primera foto.

Creo que hizo como veinte fotos hasta quedarse satisfecho. La tomó en diferentes ángulos, de perfil, hacia arriba y mirando hacia abajo. Le perdí respeto a la situación y empecé a sacar la lengua, arrugar la nariz, guiñar un ojo de una forma muy exagerada y al final hice la pose de superman.

La sombra del Alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora