Arnold trajo una puerta que encajaba perfectamente a medida en la entrada; como si estuviera esperando hace meses que sucediera algo como eso. Era una bella puerta de color crema y adornos adornos, con cristalera azulada; la miraba con pena ya que no sabía cuanto iba a durar intacta.
Joel le pidió que pusiera diez cerrojos y Arnold cerró su caja de herramientas cuando terminó de instalarla. Cerró y abrió para asegurarse que estaba bien instalada, perfecta.
-Como si eso os detuviera a alguno de vosotros -aún así colocó una convencional.
-Gracias, Arnold y perdona las molestias; sé que es muy tarde ¿Cuánto te debo? -le pregunté con voz monótona.
Hamlet era seguro en cuanto se refería a las personas normales pero no era agradable tener un agujero en la entrada, en la noche. Agradecí tener como vecino a Arnold que parecía tener soluciones para todo.
Yo todavía seguía en una especie de trance por todo lo ocurrido.
-Le pasaré la factura a Sam, ya me debe una fortuna.
-Pero...
-Deja, Deja.
Se fue con prisas para que no pudiera seguir protestando.
-En realidad la pagará Kerr, es lo justo -dijo Joel con ojos en llamas.
Suspiré.
Se sentó en el sofá a mi lado, rabioso. Me di cuenta.
-Es la primera vez que entras en casa y te quedas-dije sorprendida y me puse feliz -¿Ves? no es tan grave.
Joel no compartió mi entusiasmo. Seguía gruñendo de mal humor hasta que vino Darek a la carrera.
-Buen trabajo -le dijo a Joel con prisas-ahora vete.
-Como si....
Darek prácticamente lo lanzó hacia afuera por el cuello de la camisa y cerró la puerta. Joel se asomó por la ventana y empezó a hacerle gestos groseros y desearle una muerte lenta, pero Darek corrió la cortina.
Se volteó con lentitud, alerta a mi expresión.
-Kerr me contó todo por teléfono -se arrodilló a mi lado, yo no me había movido del sofá, ni siquiera moví un músculo al verlo -el mismo que me pidió que no fuera tan impaciente...¿Cómo estás?
-Como si me hubieran atropellado -confesé, pero estaba más calmada.
-¿Quieres que me vaya? Lo entenderé si es eso lo que quieres. Dime que necesitas.
Como no hablé empezó a retroceder hacia la puerta pero me aferré a su camisa, tirando de ella. Sentí vergüenza por hacerlo y oculté mi rostro con los brazos. Sentí como si hubiera empequeñecido ante su presencia. Todavía no se me había ido el miedo. Mis sentimientos me daban mucho terror. Ahora sabía que sentía de verdad pero eso no significaba que los aceptara de buena gana. Quería ser una persona diferente. Nunca quise ser como mi madre, caprichosa, codiciosa con los hombres. Y había fracasado de forma patética.
Y lo peor es que ninguno de ellos me regañaba, ni me echaba la culpa por mi pésima actitud.
¿Cómo podía hacer las cosas bien por mi cuenta? Necesitaba que alguien me amonestara, que me condenaran por esa actitud vergonzosa.
Darek me cogió en brazos y me colocó con cuidado en la cama, me quitó el calzado y también lo hizo quitándose las botas negras y se recostó a mi lado.
-Sé que ahora...pero también tienen que saber lo que siento -colocó mi mano en su pecho, me negué de manera débil -por favor, lo necesito. Tu también. Actívalo.
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La sombra del Alfa
WerewolfXaria decide mudarse al pueblo de Halemt, lugar de nacimiento de la abuela que nunca conoció. Se decidió tras leer sus diarios y comprender que ambas tenía un don para ver cosas que los demás no podían ver. Sin embargo, hay cosas que es mejor no ver...