Parte 9

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El jefe me pasó la información de los nombres por ordenador y todo sobre ellas. Tras unas horas pude completar un rastro bastante acertado. Lo llamé.

-¿Lo tienes? -me preguntó aliviado.

-Si, las chicas de la ficha no tenían malas intenciones, eran de su clase de primer año y la conocían porque frecuentaba la biblioteca del instituto. Acordaron comprarse el libro entre las tres para que saliera más barato y se lo leerían por turnos pero se encontró con las acosadoras en la feria, porque uno de los puestos estaba rentado por sus padres, puestos de comida -dije los nombres de las implicadas -hay un descampado cerca, creo que la policía no buscó ahí. Estarán sus huesos sin ninguna duda.

Hubo un silencio. Mi jefe seguía tecleando en su ordenador.

-Están todas vivas, digo las implicadas y las amigas que la llevaron a la feria. Supongo que el resto me toca a mi -dudó -¿Quieres que la madre de la víctima te llame para darte las gracias?

Siempre respondía lo mismo.

-No -le dije, muy cansada -llévate toda la gloria por mi.

-De acuerdo. Te avisaré cuando lo cerremos oficialmente, el siguiente caso es de 1978 sobre un hombre joven -me adelantó -en unos días te mandaré los informes.

-De acuerdo -colgué.

Mis espectadores soltaron el aire. Desde mi primera conversación oficial con Darek los motoristas habían cambiado de asiento y se sentaba en la mesa cercana a la mía. Yo no hice ningún intento de cambiarme porque sabía que me seguirían por la cafetería como si fuera lo más normal perseguir a una desconocida para escuchar sus llamadas de trabajo.

Miré a Miranda que me hizo un gesto de que tampoco entendía su comportamiento.

-Espera y ¿por qué la mataron? -un chico que tenía dos piercings en la ceja derecha me llamó la atención para que respondiera.

Se habían dado cuenta de cuál era mi trabajo y parecían muy interesados en la llamada.

Parpadeé. Elegí el camino de la paz por mi propio bien al verme rodeada de chicos gigantes.

-Eran adolescentes, no había ningún motivo de peso. Era solo envidia y odio por una chica tranquila y sensible. Podría haber sido cualquiera. Solo necesitaban la víctima perfecta para descargar su ira.

Todos hicieron sonidos rabiosos.

-Malditas sean -rugió uno -quiero despedazarlas con mis propias manos

-¿Irán a la cárcel, verdad? -me preguntó Joel mirando la foto de la víctima.

-Si -respondí -son mayores, pero están sanas; es hora de que paguen por sus actos.

Siguieron comentando el caso y me hacían preguntas. Busqué ayuda en Miranda pero ella estaba ocupada en los fogones.

Darek tampoco podía controlarlos, estaba afuera llamando a alguien, parecía triste y vulnerable mientras hablaba.

Cuando volvió pudo espantarlos, habían formado un círculo asfixiante alrededor mía.

-Venga, a trabajar -les ordenó y salieron todos en una fila graciosa.

Pero él se quedó, mirándome. Yo lo saludé con una mano, mi mal humor se expandió a niveles desconocidos.

-Lamento esto, son muy curiosos. Siempre ven esos programas de la tele de crímenes sin resolver -Darek tenía una voz suave cuando quería, presté atención a esa voz desconocida -no lo hacen para molestarte, te admiran.

-Lo sé -me hice crujir los nudillos -sé que no son malos.

Aunque sabía que si no hubiera sido por mi don los hubiera juzgado mal. Desde afuera sabía que daban una imagen de banda criminal.

Darek seguía mirándome, yo sonreí otra vez.

-¿No tienes trabajo? Vamos, vamos -imité el tono que empleó con sus chicos.

Darek dudó.

-Mi hermano viene esta tarde -parecía un poco asustado - quizás es mejor que no vengas por aquí.

¿Era una amenaza? No parecía serlo, estaba preocupado de verdad por mi. Mi don me transmitió todo lo que no decía con palabras.

-Será mejor si estás en casa mientras él ande por el pueblo -insistió, pero inseguro de mi respuesta o como me iba a tomar su recomendación.

Yo también noté el peligro, sus palabras eran verdaderas, con peso. Temblé.

-De acuerdo -susurré muy asustada, como la vez que fui atacada y estuve a punto de morir -¿El resto del día?

Se alivió de que yo le creyera, se inclinó muy cerca y sus manos rozaron mis brazos.

-El solo estará unas tres horas por el pueblo...pero mejor espera que te avise con uno de mis chicos cuando se marche -susurró también.

Asentí, mi corazón latía como si hubiera corrido una maratón, ¿por qué tanto miedo? ¿por qué tenía que temer de su hermano mayor?

Agarró un mechón de mi pelo y tiró de él con suavidad y se marchó a la carrera, su moto era la que peor sonaba en su jauría de seguidores.

La sombra del Alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora