Parte 34

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Me acordaba de todo, cuando lo vi aparecer por la mañana en mi porche me encontró con los brazos cruzados completamente enfadada.

-Vamos, vamos -Darek sonrió intentando abrazarme -. Una tregua por favor. Es primera hora de la mañana.

Me escapé y me senté en el banquillo, columpiándome con violencia.

-Antes que nada, háblame del cambiaforma.

Darek suspiró y se sentó a mi lado.

-Ojalá hubieras olvidado esa parte.

-¿Ya viene a por mí? -bostecé, seguía muy cansada por el día tan duro que tuve en el trabajo.

Debería de estar más preocupada pero todavía era demasiado irreal para creerme que un cambiaforma venía a por mí porque odiaba mi apellido. Un odio generacional. Realmente mi mala suerte era digna de estudio.

Darek miró a sus zapatos.

-No lo sabemos, puede ser por otro motivo. Como alimentar un nido -lo miré en silencio entrecerrando los ojos -no te preocupes, Kerr ya tiene el rastro apenas entre el frontera lo despedazará.

-¿Estará veinticuatro horas alerta para eso? ¿Va a multiplicar sus turnos? -pregunté, preocupada.

-Estamos los demás, aliviaremos su carga -me recordó Darek -Kylian también en un gran rastreador, lo que sucede es que Kerr puede olerlo desde mucho más lejos que todos. No tiene oportunidad de acercarse a ti ni en kilómetros.

-Es bueno saberlo -me levanté para ir a la cafetería de Marina.

Era muy peligroso estar mucho tiempo a solas. Mi límite se había cortado, y lo peor es que no podía echarle la culpa a ellos. Era yo la caprichosa, la que quería cosas más allá de lo que merecía alguien como yo. Era lo suficiente consciente de la mala persona que era y dolía mucho. Envidié a mi madre que no le importaba ser alguien que dejaba la vidas de los hombres destrozadas sin capacidad de poder rehacerlas por puro capricho.

Yo si tenía remordimientos por mis actos. De hecho, en la noche tuve una pesadilla terrible sobre cómo me comía el corazón de Kerr y Darek, como si fuera un wendigo con piel humana, lo devoraba con gula, a dentelladas. Y lo peor del sueño; ellos no paraban de sonreír como si fuera el más dulce de los besos. Como si fuera un premio ser devorado por mí.

Ese fue uno de los motivos que me hubiera levantado de tan mal humor.

Darek me seguía.

-Tenemos que hablar de...

-Olvidalo -me negué, estresada -no voy a tocaros de esa forma -ya me había rendido al menos en tocarlos de manera superficial como los abrazos-me da igual lo que quieras tú y tu hermano. Hablo muy en serio. Prefiero amputarme las manos. Prefiero arrancarme la lengua...

Me detuvo atrapando mi muñeca.

-Deja que te convezca. Sabes que quieres que lo haga.

Tuve ganas de abofetearlo pero sus ojos atormentados hicieron que me contuviera. Sufría. Sufría por culpa mía. Retrocedí, culpable.

-Hoy déjame en paz -le supliqué, tapándome los oídos para bloquear sus palabras -. No estoy de humor para la locura de las Edevane y Amery.

-De acuerdo -concedió Darek -hoy te dejo en paz. Pero esta conversación es inevitable -me advirtió, muy serio.

Entramos en la cafetería, los mayores me cedieron en el puesto del medio. Tony también estaba sentado ahí. Marina me trajo mis gofres preferidos de moras.

Comí en silencio, todos los mayores conversaron sobre el rastreo y las zonas más probables donde el cambiaforma iba a utilizar para entrar en Hamlet. Por algún motivo que no comprendí tenía muy pocas entradas para hacerlo. Era extraño, ya que el pueblo lo rodeaba por completo el bosque. En mi opinión, eso dejaba mucho margen de oportunidades pero el grupo no estaba de acuerdo.

La sombra del Alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora