Blaugrana - Pablo Gavi.

15. Papas Rellenas.

|Fuera de relación|

Janna.

Todos veían a la pantalla gigante, Laporta estaba desigual a todos, al igual que yo qué apenas y prestaba atención, puesto que mis nervios eran más grandes d elo que podía controlar.

En el lugar, los olores eran fuertes, pero uno en particular llamó mi atención. Podía jurar que lo había sentido... Y más en quien lo había hecho. Esquivé a toda costa la mirada de Gavi, que en todo momento no dejó de ver minuciosamente cada uno de mis movimientos.

Salirse de allí, fue más tortuoso qué estar en él, ya que insistían en tomar miles de fotos, las cuales esquivaba de manera efusiva. Todos se habían ido a sus casas, y yo, apenas entraba a la mía.

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Estaba sobre la mesa, esperando que mi café estuviese hecho, y revisando mi correo.

Al parecer las cosas en la Masía estaban bien, por lo que hoy no iría.

Cuando la cafetera pitó, me levanté y serví el líquido en mi taza favorita. Después fui a mi habitación, a preparar un bolso. Tenía la necesidad de hablar con Pablo, de hablarle y tratar de aclarar lo que pasó esa noche, me dolía en el corazón no poder hacer más nada para andar con él.

También iría a despejar mi mente, no tenía absolutamente nada bueno que hacer en mi casa, así que salí a despejarme...

Caminé por la habitación, tropezandome con una caja, que en cuanto la vi, mis ojos se aguaron completamente. Estaba habitación fue el refugio de muchos sentimientos, de muchas cosas que el día de hoy me arrepiento de hacer.

Más nada le puedo pedir a la vida.

Salí de la casa, con un conjunto deportivo y el cabello suelto. Me monté en mi auto y fui directa al centro comercial. Para comprar algunas cosas mientras se me ocurría algo.

Cuando entré lo primero que vi fueron unos lentes de sol, qué instantáneamente compré. Al salir, fue a un supermercado que quedaba no muy lejos y navegué por todos sus pasillos.

Diré que toda la mañana se me fue en eso, y para ser exactos no compré nada que estuviese en mi dieta, no tenía permitido absolutamente nada de lo que compré, pero no sé por qué las ganas tan instantáneas de comer payasadas que me harán engordar.

Conduje en silencio hasta regresar a casa donde no sé por qué no esperé hasta llegar, en la entrada del conjunto residencial, sin bajarme del auto, abrí las papas rellenas que conseguí en un puesto andante.

Al sentir en olor... Tan exquisito olor a pollo guisado y fritura. Se me extremeció el estómago, el alma y hasta la cabeza.

Bien dicen que el estómago era el camino al corazón, y pues si cualquier hombre me regalase algo tan exquisito como esto, me fuese enamorado.

Corriendo me bajé del auto, y mientras trataba de mil maneras, meterme la comida en la boca y subía el porche con todas esas bolsas. Tropecé, millones de veces pero eso no impidió que comiera. Tenía tanta hambre, qué apenas abrí, dejé caer todas las bolsas y me quedé de pie en un costado de la cocina.

La pulpa de la papa se deshizo en mi boca, mientras el pollo condimentado se mezclaba en mi paladar.

Vi a Dios cuando destapé la soda y más cuando noté que había traído más salsas. Sin duda, estaba probando la mejor comida de mi vida.

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En la noche después de comer y hacer todo lo posible por no acabar mi mercado, dormí plácidamente en mi sofá ortopédico de cinco mil dólares.