22.

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|Miércoles - jueves|

Oh sí... Janna sentía que en cualquier momento se podía morir así sin más.

Se removía constantemente en el asiento, buscando una mejor posición para su maltratado coño. Por que sí, la tarde que pasó peleando con Pablo no la resolvieron precisamente hablando. Recuerda perfectamente las palmas de Pablo caer en sus nalgas una y otra vez, hasta que la piel empezó a reventarse, y tuvo que ser muy valiente para colocarse unos jeans. También las embestidas, parte de los besos y mucho, pero mucho de los toques y sonidos obscenos.

Su madre parlotea, de lo bien que va su vida y ella la oye, sin mensionar nada, tal vez no está cumpliendo su propósito pero es que al hablar la garganta le arde. Puede sentir los ojos curiosos de las personas al pasar... La marca grandisima que tiene en la mejilla izquierda es prueba de lo genial y maravilloso que fue su tarde.

— Yo en algún sitio de la casa dejé mis llaves. — dijo su madre comiendo de sus panes.

Janna asintió y le habló de otras cosas más, todo con palabras breves, pequeñas no quería forzar sus cuerdas vocales.

— Tengo que irme chiquitina.

Después de pagar la cuenta, y salir del restaurante si madre agarró un taxi y dejó a Janna parada en medio de la acera. El poste de luz frente a su cuerpo era grande, pero no más grandes que las ganas que tenía de decirle a Pablo todo lo que le pasaba. En ocasiones lo miraba y podía ver toda la mierda que ella misma le había dicho.

Otra vez había dejado su auto en casa, por que no quería llenarle de gasolina, tampoco quería lavarlo o hacerle mantenimiento. Así que caminó bastantes calles hasta su casa, su aburrida e incompleta casa.

..........

El sudor bajaba por la curva de su cuello mientras corría por la cancha. La adrenalina se le filtraba por todos lados de su cuerpo, Pablo podía sentir lo mucho que le encantaba el fútbol en el momento que el balón llegó a sus pies.

Tuvo que ser bastante ágil para deshacerse se los defensores, pero ninguno tenía la misma emoción ni los mismos planes que Pablo. Se movía de un lado a otro, corrió y cuando vio que ya sus piernas iban a matarlo, le pasó el balón a Lewandowski.

Pablo celebró de la mejor manera, como siempre gritando o saltando, era tanta la emoción que se brincó encima de sus compañeros y estos lo cargaron sin ningún problema.

Luego el partido dio su fin, y mientras estaba en las bancas del vestuario, sintió como poco a poco su cuerpo se iba enfriando y la adrenalina se esfumaba. Sus piernas se sintieron pesadas, muy a su pesar se levantó de la banca a bañarse con agua fría, pero pareció que la ducha no sirvió. Supo que se excedió, sí, pero la euforia que Janna dejó en su piel no se la pudo quitar nada. Al salir muchos lo felicitaron por ser el mejor del partido pero a duras penas caminaba con su pequeño trofeo en la mano.

Parecía una tabla al caminar, no quería forzar demasiado sus piernas, estas valían demasiado.

Además hoy mismo hablaría con el (ahora) ex jefe de su novia. Salió del estadio, aunque ya era bastante tarde, pero aún así se dirigió a la Cuitat Esportiva Joan Gamper. Al legar apenas algunos de los empleados de limpieza estaban, pero a todos los saludó y se metió por los mismos pasillos que caminó Janna ese 19 de septiembre.

Claro que Pablo no tenía la misma ansiedad, los nervios, ni mucho menos un bollo creciente en su barriga.

— Buenas noches mi estimado — saludó muy demasiado cansado. Se dejó caer en l sillón bajo la mirada confundida de su mayor autoridad.

Blaugrana - Pablo Gavi. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora