Blaugrana - Pablo Gavi.

33. Ibiza - Spain.

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Caos en todos lados.

Nunca fue difícil vivir con sus padres.

Un 60% del tiempo no estaban en casa, y cuando llegaban no se dedicaban a pelear como dos gatas callejeras. Ellos siempre trataron de ser delante de sus hijos, el matrimonio perfecto. Nada de peleas, nada de discusiones delante de los niños. Todo se resolvía fuera de la casa, o cuando ellos no estuvieran.

¿Una pelea de sus padres? Eso jamás, lo más parecido a pelea fue una discusión, y eso cuando tuvo más de quince años, durante el tiempo donde su hermosa familia se vio involucrada en un alboroto poe culpa de Gerard, y su incapacidad de mantener a su amante en privado.

Recuerda perfectamente ese día, como si fuese ayer que llegó primero que sus padres a la casa, después de haber dicho que dormiría donde Alejandro. Al parecer, no fue tan malo como esta. Ese día, o más bien tarde, sus padres llegaron disgustados. Eran momentos malos, más cuando escuchó a su madre regañarlo sin parar. Las palabras fueron algo como:

"— Todo es tu culpa, Joan, mira lo que tu hijo a sacado de tí"

"— Eres una mala influencia para su carrera"

"— De todo lo que pudo haber sacado, tuvo que ser lo infiel".

Claro que esas palabras en su momento fueron incomprensibles para ellas, sumándole que apenas podía escuchar debido a lo bajó que hablaba. Janna se pegó a la puerta, pero esa pequeña discusión no duró mas de veinte minutos, todo fue rápido.

Eso fue solamente eso; Una discusión, algo normal, considerando que el hijo mayor acababa de dañar su matrimonio, sumándole otra persona. Eso, lejos de ser una pelea, no se comparaba en lo más mínimo con lo que ahora se escuchaba.

Mentiría si dijera que no quería haber muerto en el hospital.

— ¡No los quiero aquí! ¡Ni a ella, ni al degenerado de su novio! — los gritos cada vez se hacían más constantes. Janna se hizo bolita en la cama, siendo apretada en los brazos de Gerard.

«Su padre»

— ¡Entonces lárgate tú!

— ¡Es mí casa!

— ¡Nuestra casa! La de Janna, la de Gerard, la mía. — le contradijo.

Los gritos eran agudos, dolorosos. Janna cada vez más se ahogaba en las palabras de su padre, cada vez se sentía más pequeña.

— ¡No es tu hija! Qué la consideres por ser huérfana es el acto de caridad más grande del planeta, pero entiende y métete en la cabeza que no lo es.

«¿Qué he echo de malo?»

— Es mi hija.

—  Su madre murió hace dieciocho años, creo que no tengo por qué recordártelo.

— Es absurdo.

Los brazos de su hermano eran calientes, seguros, amaba estar segura con él a pesar de todo lo que pasó hace unos día. Gerard podía considerarse como uno de sus lugares seguros

— No exageres, ¿dime por qué lo haces? ¿La fortuna que dejaron tus padres a su nombre es tan grande? ¿Quieres solamente su dinero?

— ¡Ya basta Joan! — estaba cien por ciento segura de que su madre estaba llorando.

«Si es que podía llamarla madre»

— ¿Por qué después de tanto tiempo la odias? — la pregunta fue directa — Ella es tu hija, no te ha echo nada para que la trates así.