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Lum y Ataru se dirigían hacia el automóvil del último mientras Kosuke los despedía alegremente al pie de las escaleras haciéndolos prometer que lo visitarían más seguido, dejándoles incluso la complicada tarea de encontrar algún destino turístico al cual viajar en pareja con su novia Yumi, haciendo que estos recordaran la cita doble ocurrida con él en el pasado.

Lum notó como en el transcurso de la tarde por algunos instantes, Ataru parecía de pronto enfermo, de pronto pálido, acudiendo misteriosamente al baño regresando con la fachada de salud intacta. No quiso arruinar la tarde y optó por postergar sus preocupaciones hasta que pudieran llegar a la casa, sabiendo que ella misma también tenía un tema que abordar con el hombre.

Durante el camino, Ataru prefirió prender el radio, aunque mantenía el contacto físico con Lum, ella pudo notar cómo se metía aproximadamente cada hora aquellos misteriosos chicles que encontró en su habitación, arrepintiéndose ahora de no haber leído con atención la etiqueta.

Llegaron con demasiada rapidez a la casa, subieron las escaleras en silencio aunque tomados de la mano cuando de pronto una mujer pelirroja en apariencia en sus treintas, bajó ruidosamente por la zona lanzando miradas fulminantes a la pareja e incluso murmurando maldiciones por lo bajo.

Ataru sintió cómo su presión bajaba al ver esto y al comprobar que Lum parecía entender lo que estaba sucediendo con rapidez; se sintió espantosamente aterrado, no queriendo imaginar un escenario en que apenas recuperándola pudiera perderla por sus malditos errores.

Afortunadamente, por ahora parecía que no estaba molesta y continuaba tomando su mano sin revelarse ningún cambio en su agarre mientras que en su caso resultaba todo lo contrario; sus palmas comenzaron a sudar mientras culpablemente apretaba sus dedos contra los nudillos de ella.

Entraron al apartamento aún silenciosos mientras torpemente el hombre tiraba las llaves al suelo por el temblor físico que comenzaba a apoderarse de él, no quedando claro si se trataba del miedo de que Lum se enterara que era un asqueroso sexual o si era el idiota síndrome de abstinencia.

-Darling- pidió Lum- ven, siéntate conmigo

Ambos se sentaron en el sofá, Ataru temiendo lo peor mientras elaboraba planes mentales de cómo pedir, rogar o suplicar por perdón a la mujer de su vida, sabiéndose incapaz de renunciar a ella. Su corazón agitado no dejaba de anunciarle su inminente castigo.

Lum tomó las manos temblorosas de Ataru que no se animaba a mirarla a los ojos al borde de la crisis de llanto, teniendo todo preparado para ponerse de rodillas, aferrarse a los pies de Lum  y prometer y jurar que ninguna mujer fue importante para él, que jamás pudo ni quiso intentar algo romántico con nadie y que sexualmente ni siquiera le satisfacía, aunque eso llevara a tener que explicar el por qué lo hacía de todas maneras.

-Darling- repitió- mírame a los ojos

Ataru no podía hacer aquello, se sentía demasiado culpable, asqueroso, indigno de ella; cada partícula de su ser explotando en dolor al imaginar la enorme lista de mujeres con las que se había compartido, haciéndole pensar que es algo con lo que Lum no iba a poder, recordando lo celosa que era.

-No puedo- reconoció comprobando que se encontraba llorando

Lum tomó su rostro suavemente promoviendo el contacto visual de sus ojos ámbar con aquellos marrones atormentados.

-Quiero saber de qué estás enfermo

Ataru se sorprendió al escuchar que eso era lo que Lum quería saber y no una reseña de su pervertida vida sexual, supo que era imposible que no hubiera notado lo acontecido en las escaleras, pero por lo visto, es algo que estaba decidiendo postergar o incluso eliminar de su larga lista de sconversaciones pendientes.

23 años | URUSEI YATSURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora