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-¿!CÓMO?! ¿POR QUÉ NO ME DIJISTE ANTES?- vociferó el rey fuera de sí mismo casi quebrando la mesa del escritorio con sus manos.

Lum apretó los ojos aceptando aquella demostración, pero honestamente, la que temía muchísimo más era la del hombre que la cargaba y que por el momento se mantenía en pausa, tampoco quería voltearse a comprobar el estado de su mirada. La oscuridad en su mente era notablemente expuesta a pesar de los maravillosos momentos de romanticismo que no anulaban una siniestra y perturbada personalidad.

Por alguna razón, desde que recordó a Ataru, sabía que en la Tierra no se iba a encontrar a la versión adolescente adorable que relucía en su juventud, esto lo supo al remembrar que incluso ese mes último que vivieron antes de la separación, empezó a mostrar un comportamiento errático y cada vez con menos destellos de bondad  y mucho más alineado con una paranoia obsesiva respecto a su bienestar.

También sabía que borrar mentes no era una cuestión fácil, por el contrario, después del segundo juego de las atrapadas, en Oniboshi se habían mandado destruir todos aquellos dispositivos por encontrarlos sumamente peligrosos. Para su versión adolescente fue muy fácil amenazar con usarlo, pero lo que realmente hubiera pasado era que la mayoría de los humanos quedarían gravemente perturbados de por vida.

No tenía idea de cómo operó este segundo evento que los desmemorió a todos, pero imaginó que lo que sea que hubiera sido, les afectaba directamente a ella y a Ataru; por ser alienígena, tenía mayor resistencia psíquica, pero se preocupó por las consecuencias en el cerebro del hombre, sin tener la información de que fueron más de 5 veces en que aquella máquina se esforzó por dividirlos, y más de 10 en Ataru de manera individual.

Sabía que Ataru tenía una resistencia más allá de lo humano, pero tampoco sabía cuál era su límite, por lo que tuvo pánico no sólo de encontrárselo vinculado emocionalmente con otra, sino con verlo en un estado vegetativo o algo parecido. Lo que encontró fue sorpresivo pero increíblemente, nunca la asustó, porque podía casi palpar el trauma y la neurobiología comprometida del amor de su vida.

Ataru, comenzando a experimentar síntomas de un estrés postraumático después del evento con Rupa, pudo haber encontrado consuelo después de un tiempo si hubiera compartido la vida con Lum, como estaba planeado, en cambio, la fuerte exposición al proceso de borrado de memoria, comenzó a alterar aquellas conexiones cerebrales, la sinapsis neuronal pronto se vio comprometida y cada lóbulo del encéfalo casi al borde de la destrucción, hizo lo que pudo para mantenerse con vida.

-MALDITA SEA LUM- bramó el rey mientras su enorme rostro desfigurado por el dolor y la ira, ocupaba la totalidad de la pantalla.

-No vas a gritarle así a mi esposa, computadora, termina la llamada- la voz de Ataru era indescifrable por lo que Lum, curiosa y sabiendo que no podía evitarlo para siempre, lo enfrentó.

Los ojos eran prácticamente ahora negros, todo atisbo del marrón desapareció para dejar a su paso una oscuridad que helaba la sangre, asombrosamente, era la única parte de su rostro comprometida con lo tétrico y lúgubre que habitaba en su pecho, alimentado por años de insomnio e intoxicación que lo prepararon para soportar lo perverso que emergió de un suceso de tortura mental que no estaba diseñada para un cerebro humano.

La disonancia entre la mirada asesina y los brazos firmes y dulces la preocupaban, temiendo por la escisión completa del hombre al que amaba y en el cual parecían cohabitar el amor desenfrenado y el odio patológico y voraz, sediento del dolor del enemigo, dispuesto a desintegrar al protagonista de su locura.

-Darling- dijo con ligero miedo- perdóname por no habértelo dicho antes

-Shhhh- la silenció con un amoroso y corto beso, aún sin perder lo sombrío en su mirada- no tienes por qué disculparte, entiendo todo.

23 años | URUSEI YATSURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora