11

171 14 39
                                    

La princesa de Oniboshi llegó con celeridad al mismo mostrador que dos días atrás había recibido a Ataru, la diferencia es que no estaba sola, la acompañaba un oni bastante guapo y con expresividad inescrutable. Al mismo tiempo, Erin terminaba de declarar, el rey se quejaba de manera notoria ante su retorcida justificación, el juez representante tuvo que mandarlo silenciar más de una ocasión, en cambio Ataru estaba mucho más tranquilo, o al menos, su facie eso expresaba,

Por dentro, Ataru estaba bastante turbado, había escuchado con detalle las explicaciones dentro de la versión de Erin, estupefacto y molesto porque encontró una manera de negar a medias su intento de asesinar a Lum, acotando una pelea de pareja en el pasado, como era tan inteligente, supuso que Ataru conocía el contexto, por lo que de manera brillante aclaró que eso había acontecido en la adolescencia donde ambos onis, vivieron lo que calificó como un intento y apasionado romance, esto último lo dijo con intenciones de provocar al hombre.

Ataru no se creyó esa parte, no le molestó en absoluto esa mentira, sin embargo, el resto de los presentes sí la consideraron como parte de los rasgos raciales onis, emergiendo furiosos en dos jóvenes enamorados. Le empezaba a preocupar que Erin se saliera con la suya y que su plan que cada vez veía más tambaleante, se arruinara, perdiendo la única oportunidad que pudo bosquejar para tenerlo entre sus manos.

Erin negó por completo una misión asesina, en cambio, habló de un forcejeo entre ellos y un intercambio de sus poderes que habían herido levemente a su novia; su rostro mostraba incluso un enfermizo arrepentimiento, logró que el color bronceado de su cuerpo se tornara en blanco verduzco y parecía que a las lágrimas que empapaban sus manos se le uniría pronto el vómito. De pronto, un oni levantó la mano para después dirigirse al que dirigía el evento, hablándole en el oído cerca de medio minuto.

-Sí, que pase, que pase- susurró- pero sólo él, traerla a ella acá será un caos

Tanto Ataru como Erin pudieron escuchar al hombre, ninguno sabía que esperar, la taquicardia los dominaba de maneras distintas y ambos estaban preparándose para el ataque intelectual sobre el otro. A la gran sala entró Rei, Erin no se inmutó, de hecho, esbozó una diminuta sonrisa de lado que Ataru pudo leer, por eso, no participó en la alegría del rey al ver al ex novio de su hija.

Ataru no tardó mucho en entender por qué la sonrisa de Erin, al parecer, Rei había sido testigo del intento homicida de Erin, y aunque esto sonaba genial, como la oportunidad definitiva que les daría el triunfo, había algo que no tenía sentido; la forma en la que se dirigían al oni, las interrupciones a sus respuestas que le hacían pensar que querían humillarlo y finalmente, el incómodo momento en que el juez le preguntó si tenía un documento que avalara que no tenía ninguna discapacidad mental.

En otro momento, se hubiera reído bastante e incluso hubiera secundado, empero, en realidad Rei estaba contestando bastante bien, estaba hablando casi como una persona normal, abandonando sus monosílabos aunque se notaba que claramente no estaba acostumbrado a oraciones complejas. Erin se regocijaba por la estupidez de Lum, porque estaba seguro que ella lo había traído, no obstante, esa idiota no hacía bien ni el mínimo trabajo, si hubiera investigado al menos un poco, hubiera caído en cuenta de que después de abandonar el ejército, Rei se convirtió en un oni repudiado en el imperio.

El rechazo hacia un oni que pudo haber llegado tan lejos como hubiera querido para convertirse en lo que describían como un vago hambriente, consiguió que la milicia, los políticos y ciudadanos en general lo consideraran como un desperdicio; el rey nunca supo sobre esto, él realmente quería a Rei y también esperaba que se casara con su hija, pero también aceptó la separación porque pensaba que ella podría encontrar un verdadero marido.

-Para finalizar, dígame Rei ¿por qué deberíamos considerar lo dicho por un traicionero a la patria?

Rei se ruborizó y apretó los dientes, evidentemente, estaba al límite de su paciencia de ser humillado, sin embargo, este era un favor hacia el primer amor de su vida.

23 años | URUSEI YATSURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora