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-¿Por qué la vida es tan cruel? Mi único hijo convertido en un adicto- lloró la señora Moroboshi mientras su esposo la tomaba por la espalda intentando tranquilizarla

-Ataru ¿podrías dejar tus horribles hábitos al menos mientras tú madre y yo estemos presentes?

-Créanme que oculto mis ¿horribles hábitos dijiste?- se burló Ataru- bastante bien de ustedes.

La madre de Ataru comenzó a sollozar con más fuerza mientras Ataru fumaba un cigarrillo de manera despreocupada. Se arrepintió de venir a casa apenas dar un paso dentro de la morada; una cosa era soportar los reclamos telefónicos mensuales de su madre acusándolo de abandono filial, y otra muy distinta tener a la mujer pre menopáusica haciendo un drama frente a él

-Y además pidiéndonos dinero cuando nos quedamos en la pobreza por pagarle sus estudios

-Oye, que sólo te estoy pidiendo lo necesario para mi taxi y luego me largo- reclamó

-Tal parece ser que nos odias- dijo la mujer poniendo un rostro torturado a su hijo- no soportas venir a vernos

Ataru, comenzando a desesperarse pensó en la posibilidad de aventarse por la ventana.

-Vale- se rindió- apagaré esto

Apagando el cigarro y votándolo por la ventana dio gusto a su madre que se felicitaba internamente por haber logrado su cometido

-En cuanto al dinero del taxi, el lunes podré depositar en su cuenta el monto.

Al visualizar el puchero de su madre y adivinar su nueva queja, complementó

-Por supuesto, con intereses del 80% y lo acostumbrado

Los padres de Ataru bailotearon mientras este se dirigía a su viejo cuarto sin apetito de visualizar a sus ridículos padres; ya habíamos comido y bebido cerca de 4 tazas de café por lo que se sentía más normal y sin ningún evento alucinatorio de por medio.

Encontró su habitación tal cual la había dejado hacía tantos años ya que en realidad nunca se mudó de manera formal, únicamente dejó de llegar, un grave error que su madre no le perdonaba y que por ello se veía obligado a darles un tipo de mesada mensual para que no lo acosaran aventándole a la cara sus errores.

Muchas veces su madre le pidió vía telefónica que viniera a casa a hacer algo con sus cosas

"Tira todo, no me interesa nada de esa basura"

Ahora podía comprobar que su madre no había movido nada de su lugar; procuraba ver a sus padres en navidad cada año en un restaurante de su elección para pasar un par de horas juntos y por supuesto haciéndose cargo de la cuenta para evitar regresar a esa casa que tanto odiaba.

Miró con repudio su ropa vieja y desgastada de la adolescencia, sus anticuadas revistas pornográficas, sus viejos mangas y sin fin de chucherías absurdas. De pronto abrió el closet impulsado por el deseo de encontrar algo interesante, sin embargo, lo único que había dentro era más basura.

-¿no vas a llevarte nada?- preguntó su madre desde el marco de la puerta

-No, ya te había dicho que tiraras todo

-Claro, como tú no tienes que hacerlo- murmuró con un tono trágico

-Te depositaré lo necesario para que puedas pagarle a alguien por hacerlo- mencionó con rapidez Ataru conociendo perfectamente la avaricia de su madre probablemente igual de potente que la suya.

La señora Moroboshi a punto de retirarse feliz se detuvo cuando su hijo la llamó de nuevo

-Oye ¿no solía haber un tapete con estampado de tigre aquí?

23 años | URUSEI YATSURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora