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-Ataru kun, traigo los informes del mes- indicó Ayumi entrando a la oficina del hombre

-Déjalos en la mesa- respondió fríamente Ataru mientras miraba por la amplia ventana de su oficina

Ayumi se encontraba confundida, Ataru no había respondido a sus mensajes, ni siquiera había reaccionado a los memes que le había mandado y que usualmente eran utilizadas por la chica como su última arma al llamar la atención del asesor financiero.

Sabía ya que no iba a obtener ningún avance romántico con su superior, pero este nunca antes se había mostrado tan lejano y renuente a establecer contacto con ella.

-Ataru kun ¿recibiste mis....?

-Te voy a pedir que mantengas nuestro contacto apegado a lo profesional- respondió Ataru interrumpiéndola mientras se sentaba en su escritorio comenzando a leer sus correos

Ayumi quedó sorprendida y un tanto humillada con fuertes ganas de llorar, quizás porque aunque no lo reconocía en voz alta, estaba enamorada de Ataru Moroboshi, el misterioso asesor financiero que la había abordado de manera seductora desde su primer día en la financiera

-Puedes retirarte- solicitó Ataru comenzando a teclear en su computadora

Después de que una cabizbaja Ayumi abandonara la oficina, Ataru suspiró masajeándose las sienes mientras buscaba en su saco un empaque de chicles metiéndose casi 4 a la boca.

Con la fantasiosa idea de que una nueva invasión podía ocurrir en algún momento, Ataru se había propuesto a dejar el tabaco, el café y el alcohol, buscando recuperar la envidiable condición física adolescente que le hizo ganar aquel juego.

También comenzó a asistir al gimnasio, al inicio animadamente al descubrir que toda la mierda que se metió por años no había afectado tanto su salud física, sin embargo, era la mental la que constantemente pendía de un hilo.

Dejando fuera la crisis emocional relacionada al borrado de memoria, Ataru se enfrentaba con un proceso de desintoxicación brutal que lo obligaba de vez en cuando a correr al baño de la oficina para vomitar todo aquello que había comido; también las diarreas explosivas lo perseguían y ni hablar del ridículo temblor de sus manos.

El síndrome de abstinencia lo obligaba a masticar chicles de nicotina casi todo el tiempo, también por fin había aceptado ir con un médico que lo acompañara en sus procesos de abandono adictivo, por lo cual, estaba pertinente informado sobre todo lo que estaba pasando en su cuerpo.

Bastante frustrado y comenzando a sentirse en un estado febril, Ataru decidió que lo mejor por ahora era retirarse del trabajo, importándole poco que faltara una hora para su salida oficial. Tomó sus cosas mientras cerraba con llave la puerta de su oficina.

Bajó por el elevador hacia el enorme estacionamiento caminando aceleradamente hacia su auto, encontrando un post it pegado en la ventana del piloto:

20 días cumplidos, felicidades campeón. Atte: tu padre, Kosuke.

Ataru sonrió ligeramente arrancando la hoja y depositándola en la maletera del auto junto con las 19 restantes; sabía que Kosuke no creía en su historia y no lo culpaba, él mismo hubiera tachado de esquizofrénico a cualquier tipo que le hubiera contado algo así.

No obstante, por la razón que fuera, Kosuke estaba feliz y era un gran apoyo en el proceso médico de Ataru, por lo cual estaba agradecido, preguntándose también si eran las drogas las culpables de que fuera un cretino con su amigo en el pasado.

Manejó a su casa pasando en el camino por una ensalada y un emperadado, ya que su médico le había contado lo importante que era que se alimentara de manera correcta; aún no conseguía la voluntad necesaria para de hecho comprar ingredientes y mucho menos cocinar, pero sí podía hacer una mejor elección a la hora de comprar comida.

23 años | URUSEI YATSURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora