20: Angustia

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ABBY




Despertar con dolor de cabeza era mi pan de cada día desde que llegué a esta maldita cabaña. Nunca había tenido tantas resacas juntas, mucho menos el mismo fin de semana. A este paso, iba a terminar con los riñones jodidos y las neuronas quemadas por probar tantos estupefacientes.

Lo siguiente que siento es la sacudida que me da alguien, activando mi mal humor y levantándome con las garras empuñadas. El rostro preocupado de Jane y sus gritos me asustan de immediato, ya que lucía bastante angustiada si me tenía que despertar así.

—¿Se puede saber qué te pasa? —Exclamo entre enojada y sorprendida, porque sinceramente aún tenía las lagañas cerrandome uno de los ojos.

—Han envenenado a Rayco, está en el veterinario ahora mismo.



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Las paredes blancas decoradas con folletos y carteles promocionales para mascotas son lo único que puedo mirar fijamente mientras espero sentada fuera del consultorio del puto veterinario. A Rayco lo habían envenenado via oral, y gracias a los padres de Jane —a quienes les debo mi vida ahora mismo—, lograron traerlo antes de que la sustancia pasase a su torrente sanguíneo. Mis ojos ardían de tanto llorar y la garganta me picaba por los sollozos que intento contener para no angustiar más a Jane, quien me pasaba la mano por la espalda en un gesto consolador.

La simple razón de que el lavado de estómago no sea suficiente para salvarlo hacia que mi pecho se encogiese hasta un punto que me llegaba a doler. No podía perderlo, era como un hijo para mí. Un miembro más de mi familia, quien me acompañaba cuando más lo necesitaba. Recordar como me recibe siempre que regreso a casa, moviendo su cola y saltando como un desquiciado, me hace ahogarme hasta toser con pesadez.

—¡Nadia, tranquila! —Me da golpes en la espalda Jane, en lo que se me escapan más lagrimas furtivas de los ojos.

—Jane, no... No puedo perderlo —Decir eso en voz alta me hizo quebrar en un llanto silencioso— Si lo pierdo, no lo voy a soportar —Hipeo hablando entrecortada, hasta que ella me envuelve en sus brazos, permitiéndome apoyar la cabeza sobre su hombro.

—Los médicos dijeron que el lavado de estómago tenían un montón de probabilidades de salir bien —Me recuerda— Estoy segura de que ese pulgoso va a vivir más que tu y yo juntas.

Muchos no entenderían mi punto, mi dolor o incluso pueden llegar a pensar que estoy exagerando al reaccionar de este modo, como si mi madre fuese la afectada en este caso. Pero la verdad es que solo las personas que tienen mascotas entenderán que perderlo es igual o más doloroso que la muerte de un familiar. Rayco es mi familia, mi hijo, mi compañero.

No lo superaría jamás si decidiese abandonarme.

No había sentido ni el camino desde la cabaña hasta el veterinario. Ni siquiera me despedí de nadie, solo tomé mi maleta —gracias a Dios Jane me ayudó a meter mis pertenencias dentro a toda prisa—, les dejamos un mensaje a los chicos y nos fuimos solas hasta aquí.

Los padres de Jane aún no me contaron como pasó, quien lo hizo, en que momento sucedió, que le dieron exactamente. Lo único que me importaba ahora es que uno de esos señores con bata blanca saliese a la sala de espera y me dijera que Rayco estaba bien.

—Busco a la compañera de Rayco —Mis plegarias fueron escuchadas, alzando la cabeza del hombro de mi amiga en la dirección de esa voz.

Me limpio las lágrimas con las mangas de mi sudadera, en lo que me levanto como si me hubiesen puesto un fuego artificial en el trasero.

What is Love | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora