34: Desquitarse

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TOM







Vi a Abigail desaparecer hasta la terraza con cara de pocos amigos. A estas alturas sabía leer a esa chica a la perfección y distinguir cuando me convenía dejarla tranquila o cuando acercarme sin que me arrancase la cabeza.

En estos instantes me favorecía la primera opción, pero dado que la curiosidad me estaba matando, decidí seguirla abriéndome paso a través de toda esta montonera de gente. Mi cuerpo entero ya estaba sudando, sobretodo mi cara y mi nuca por culpa de la máscara. No sabía por cuánto tiempo más iba a aguantar asfixiándome, pero quería continuar con nuestra broma, así que a quejarse menos y a aprovechar la oportunidad de pasar desapercibido.

Al salir, compruebo que está en uno de los lugares más apartados apoyando sus codos sobre la baranda. El viento rápidamente me ayudó con el calor sofocante de dentro, respirando por fin algo de aire fresco. Doy pasos hacia ella con cautela y, cuando nota mi presencia, se voltea.

Me mira con un desprecio abismal, cosa que me desconcertó demasiado —¿No comprendes que no quiero que estés cerca ahora?

Ladeo mi cabeza, frustrado por no poder hablar como quiero, pero más aún por no entender ni mierda.

—Vete, Diego. Ya conseguiste lo que querías en mi apartamento y no habrá más. No entiendo como pudiste ser capaz de hacerlo viendo el estado en el que estaba... —Sus ojos vidriosos y la forma en como me dijo aquello, con tanta rabia, me hizo atar cabos demasiado deprisa.

Mi sangre se transformó en lava, la vena de mi cuello rápidamente apareció y sentí el sabor de sangre en la boca por morderme la mejilla tan fuerte.

Escuché lo suficiente para comprender lo que había hecho ese imbécil y ya le tenía unas ganas inmensas desde que apareció con el mismo puto disfraz que yo.

Comienzo a alejarme de ella de espaldas, viendo como comprende a la perfección que yo no soy Diego.

No escucho nada a mi alrededor ni los llamados de Abigail, solo entro en la discoteca con la mayor rapidez que puedo y comienzo a escanear en todas las direcciones para encontrar a mi objetivo. Los músculos maseteros de mi mandíbula estaban tan tensos y apretados que hasta comenzaba a dolerme, pero no me importaba. Lo único que tenia en mente era desquitar esta furia interior y sonreí para mi cuando lo vi de pie junto a Sarah.

Por la pose que tenía, estaba claro que estaba coqueteando con ella. Pero tampoco iba a suceder, no iba a estar con ninguna más de ellas si de verdad era capaz de aprovecharse de alguna como lo hizo con Abigail.

De eso iba a asegurarme esta noche.

De dejárselo claro.

Todos los que no llevan máscara parecen asombrarse o asustarse cuando lo tomo de la camiseta con ira.

—¿¡Pero que... —Con la otra de mis manos, me quito la máscara para asegurarme que pueda ver del todo mi rostro.

Pues se iba a acordar de él en sus pesadillas después de esta noche.

—¡Eres un puto miserable! —Exclamo, ardiéndome la garganta por tener que gritarlo el doble de fuerte gracias a la música— ¿Te aprovechas de las chicas que van ebrias? ¿Eres ese tipo de imbécil?

Podía sonar hipócrita, porque la primera vez que besé a Nadia ella se estaba recuperando del alcohol que había ingerido. Pero era distinto, ella sabía quien era y dónde estaba. Jamás dudó a la hora de demostrarme sobria que me deseaba y justo por esa razón supe que estaba consciente. Que tomaba sus propias decisiones.

What is Love | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora