⁴⁰▪︎🫀

90 22 3
                                    

Estoy en esa calle del centro de nuevo, mis pulmones se perforaron, mis miembros se tambalearon, mi corazón se disparó con un terror desenfrenado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estoy en esa calle del centro de nuevo, mis pulmones se perforaron, mis miembros se tambalearon, mi corazón se disparó con un terror desenfrenado.

―¡No! Hoseok, ¡no te atrevas!

Es más que una solicitud, más que una súplica. Es la máxima demanda.

Mi más sincero deseo.

Sostiene mi mirada por un segundo, solo un segundo, mientras reduzco nuestro espacio y corro hacia la barandilla, donde el hombre que amo está colgando quince metros sobre el agua. Veo la batalla en su rostro. La lucha. Es solo un destello antes de que sus ojos brillen de color marrón y galante, y luego...

Él sonríe.

Esperé meses para ver esa sonrisa. Hubo un tiempo en el que hubiera hecho cualquier cosa para verlo florecer en su hermoso rostro, plantando raíces nuevas y saludables dentro de él.

Pero en este momento, me corta directamente hasta la médula, como una cuchilla espantosa entre mis costillas.

Dicen que una mirada vale mil palabras, pero yo solo veo una.

Adiós.

Un grito feo sale en el momento en que Hoseok se suelta, cayendo en picado en la bahía, solo un parpadeo antes de que lo alcance.

―¡No! ¡No!

La histeria devastadora me posee, algo miserable, y mi cuerpo se mueve por impulso, las piernas tiemblan violentamente mientras empiezo a trepar por la barandilla sin tener en cuenta nada más que saltar detrás de él. El piloto automático, la visión de túnel, un instinto caótico, se infiltra en mi sangre y me infecta con una especie de manía desesperada.

Antes de que pueda saltar, dos brazos sólidos se envuelven alrededor de mi abdomen, tirando de mí hacia atrás, jalándome y alejándome, como si no fuera más que una pluma. Ingrávido.

Como telarañas.

Mi corazón retumba en protesta, las piernas se agitan mientras trato de escapar del agarre del extraño, pero él continúa arrastrándome lejos de la barandilla.

―¡No! ¡Suéltame!

―Wou, wou, cálmate. Soy un oficial. Hay un terraplén alrededor de este camino, sígueme.

Ni siquiera le echo una mirada.

Solo empiezo a correr.

Mis sandalias golpean el pavimento con un paso furioso, magullando mis plantas y mis pulmones se contraen con ardor y dolorosas respiraciones. Me arde la garganta, me duelen los músculos y los latidos de mi corazón me erradican de adentro hacia afuera mientras corro ciegamente por el borde hacia la orilla del agua.

Grupos de personas merodean mientras el personal médico intenta detenerlos, y antes de que pueda siquiera pensar en zambullirme de cabeza en el agua, alguien grita: “¡Los tenemos!”

Under Your SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora