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Nunca quise que esto sucediera

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Nunca quise que esto sucediera.

No se trataba de un engaño intencionado ni de una táctica para romperle el corazón. Si pudiera revivir cada quemadura de cigarrillo, palabra cruel, bofetada aguda y noche oscura y hambrienta a solas en ese armario, lo haría... lo reviviría un millón de veces, solo para borrar esa maldita mirada olvidada de Dios de sus ojos.

La traición se siente tangible; puedo saborearlo en mi lengua.

Y sabe mucho peor, más amargo, de lo que jamás hubiera imaginado.

HyungWon se escabulle lejos de mí mientras me siento y trato de dar vueltas en mis pensamientos caóticos. Quería que él me viera esta mañana. Sabía que todo terminaría cuando saliera el sol. Debería haberle dicho la verdad anoche, en el momento en que lo vi parado en mi porche, pero el cobarde en mí ganó. El hombre. El hombre que de alguna manera se abrió paso entre los escombros y la ruina, todo gracias a él.

El hombre que se enamoró.

Y sé lo malditamente egoísta que fue pedir una noche más cuando debería haberle dicho la verdad en el momento en que descubrí quién era, pero necesitaba sentirlo por última vez. Necesitaba estar dentro suyo, absorber su calor y guardarlo, para poder tenerlo conmigo mucho tiempo después de que se fuera.

Sus dos manos agarran las sábanas de la cama, colocándolas sobre su cuerpo desnudo. Protegiéndose de mis ojos culpables.

―¿Es esto un engaño? ―susurra con un suspiro tembloroso, todavía moviéndose poco a poco sobre el colchón, poniendo cada vez más distancia entre nosotros.

Mi mandíbula se aprieta con fuerza, mientras mis dientes castañetean.

―HyungWon... déjame explicarte.

―Por favor, hazlo.

Froto una palma por mi mandíbula, mis ojos se cierran mientras trato de localizar las palabras. Debería estar más preparado, pero mis pensamientos están dispersos y mi garganta se siente apretada. Es imposible prepararse para la pérdida, especialmente cuando finalmente se tiene algo que vale la pena perder.

―No tenía idea de que llegaría tan lejos ―digo en voz baja, pero la desesperación está atada a cada palabra―. Se suponía que eras una salida. Una dirección de correo electrónico anónima y sin rostro.

Su voz tiembla.

―Me mentiste.

―Yo no... ―Mi cabeza cae hacia atrás contra la cabecera mientras trato de reagruparme―. Nunca salí y dije que tenía el corazón de tu esposo. Ni una sola vez. Tú lo asumiste, y yo... yo simplemente lo seguí.

Su rostro se tuerce con desprecio y aprieta la sábana con más fuerza.

―Me engañaste.

―Mierda, no sabía que eras tú  ―proclamo―. Cuando finalmente lo descubrí, estaba demasiado hundido. Sentía algo por ti. No tienes idea de lo que es finalmente sentir algo por otro ser humano después de tres décadas de solo existir, de solo querer que la vida termine, para poder escapar de esta carga, de esta prisión sin emociones. ―Recuperando el aliento, lanzo mis piernas por el costado de la cama y me precipito hacia él en mis bóxers, lanzando mis brazos en el aire―. Jesús, Won, mírame. Soy una maldita broma. Finalmente tuve algo bueno en mi vida, algo que me hizo querer hacerlo mejor, ser mejor... no podía tirar eso.

Under Your SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora