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Es él

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Es él.

Sé que debería estar furioso, indignado, hirviendo de rabia, y lo estaba.

Yo lo estaba.

Hasta que lo vi.

Hoseok descubrió quién era yo durante esa fatídica videollamada y, en lugar de revelar su verdadera identidad, vino a mi casa y tuvo relaciones sexuales conmigo. Me permitió creer que su alter ego me había encontrado desagradable cuando podría haber moderado mis inseguridades con la verdad.

Tenía toda la intención de golpearlo con mi corazón magullado, agredirlo con las lágrimas de su traición, pero luego sus ojos se clavaron en los míos, y todo lo que sentí fue...

Alivio.

Es él.

Hoseok es Hoho.

Hoseok tiene el corazón palpitante de Taeyang dentro de su pecho, funcionando y fuerte.

Vivo.

Y en el momento en que abrió la puerta de su casa, lo entendí, supe por qué no podía decírmelo. Una vez me dijo que no se sentía digno, que su corazón era una carga.

Estaba avergonzado.

Sintió que sus cicatrices y su oscuro pasado lo convertían en un candidato inadecuado para algo tan precioso.

―Mi Hoho... ―respiro contra sus labios antes de robarle otro beso violento. Estoy hambriento y adolorido. Lo necesito―. Debería haber sabido que eras tú.

Hoseok me envuelve en un abrazo feroz, arrastrando sus labios desde mi boca hasta mi cuello, luego susurrándome al oído:

―Lo siento. Déjame expl…

―No, yo entiendo. ―Apretando su rostro entre mis palmas, lo redirecciono a mi boca, derritiéndome cuando nuestras lenguas chocan.

Mi mano derecha vuelve a bajar a su pecho, disfrutando de las dulces vibraciones de los latidos de su corazón. De sus latidos.

―Hazme el amor.

Él gime.

―Won...

―Por favor, Hoseok. Te necesito ―le suplico descaradamente.

Todo tiene sentido ahora.

Dios, que tiene sentido.

Esta atracción. Esta atadura. Esta conexión inexplicable.

Hoseok vacila, apoya su frente en la mía e inhala una respiración profunda y temblorosa. Sus ojos se cierran con fuerza, sus cejas se fruncen con conflicto. Quiere hablar, explicar. Primero quiere arreglar esto.

Excepto... que nada está roto.

Todas las piezas finalmente encajan.

Doy un paso atrás, mordiéndome el labio mientras alcanzo el dobladillo de mi playera de verano, levanto los brazos y me la saco por la cabeza. La tela cae de mis dedos, aterrizando en una delicada pila junto a mis pies. Me quito los shorts negros de lino, las sandalias, y doy un paso más hacia atrás. Entonces levanto la barbilla y me encuentro con sus ojos.

Under Your SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora