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―Bailar en el lago

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―Bailar en el lago.

Me encuentro mirándolo de nuevo, codo con rodilla, mi barbilla apoyada en la palma de mi mano. Su desamor es tangible, grabado en su voz, grabado en su piel y enrollado alrededor de cada pieza suyo como alambre de púas.

Pero algo en él se ve diferente hoy, y me enoja que incluso me dé cuenta.

Me molesta porque eso significa que he estado prestando atención a algo más que a mi propia y vacía miseria. Algo más que mi cementerio de cicatrices.

Su columna es más recta, sus ojos más brillantes. Hay color en sus mejillas.

Es casi como si estuviera sacando algo de esta farsa.

La señorita Miyeon ofrece una sonrisa simulada, moviendo la cabeza lentamente.

―Eso suena maravilloso, HyungWon.

HyungWon.

Honestamente, su nombre me irrita muchísimo. Ningún hombre debería tener un nombre bonito  y un rostro como la poesía.

Es una contradicción andante.

Aparto mis ojos de él cuando se me doy cuenta de que acabo de comparar su rostro con la poesía.

¿Qué demonios?

Reclinado en la silla, mis dientes rechinan con tanta fuerza que estoy bastante seguro de que podría reventar mi arteria carótida, pero no puedo evitar que mi mirada regrese al curioso chico hado cuando continúa hablando.

―Mi padre solía llevarme al lago Andong cuando era pequeño. El agua me asustaba y no era un nadador muy fuerte. Simplemente caminaba por la parte poco profunda, deseando ser lo suficientemente valiente
como para unirme a mi hermano y sus amigos ―explica HyungWon, con la insinuación de una sonrisa en sus labios gordos. Hace una pausa por un momento, perdido en una especie de ensueño idílico―. Un día, tuve este mini colapso en la arena, frustrado, enojado conmigo mismo por tener demasiado miedo para nadar. Entonces, mi padre me dijo que bailara. Dijo que no había nada de miedo en bailar.

Mis ojos recorren su rostro, con mi mandíbula aún rígida y los molares adoloridos. Él aprieta su playera entre los dedos, en una mezcla conflictiva de liberada y tímida, mientras los miembros del círculo observan con miradas interesadas. Algunos incluso tienen lágrimas en los ojos.

Idiotas.

―¿Bailaste? ―lo sondea la bruja.

HyungWon termina con un suave asentimiento, aclarándose la garganta.

―Bailé. Bailé durante mucho tiempo, hasta que el sol comenzó a ponerse sobre el lago y el agua se volvió naranja. Bailé hasta que pude nadar.

―Creo que es una metáfora bastante increíble de la vida, ¿no crees? ―Ofrece la señorita Miyeon con una calma tranquilizadora en su tono―. Realmente me encanta eso, HyungWon.

Under Your SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora