Tenía mi futuro planeado.
Un cuento de hadas.
Entonces, en mi quinto aniversario de boda, mis sueños se hacen añicos. Mi marido me es cruelmente arrancado, dejando atrás mi corazón roto.
Pero también deja otro corazón...
El suyo.
𝘿𝙚𝙨𝙘𝙡𝙖𝙞𝙢𝙚�...
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Recomendación: Mientras leen este capítulo pongan la canción Pensieri de Emiliano Blangero. Y no me odien. Lxs quiero.
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El futuro (El día que se pone el sol)
Siempre he estado atado a la lluvia de alguna manera.
La llovizna golpea contra la ventana de vidrio con suaves golpes, llenando la habitación con algo de paz. Un ambiente nostálgico. Es el complemento perfecto para mis latidos sedados y las melodías que salen de un altavoz cercano, dándome una serenata con Unchained Melody.
Mi mente se refleja junto con las tranquilas nubes de tormenta y pienso en todos los momentos pertinentes de la vida que se fusionaron con la lluvia. Perdí algo de gran valor en una calle lluviosa del centro, pero también gané inmensamente a lo largo de los años.
Avances, hacer el amor, y hacer votos matrimoniales.
Bailes, besos, partidos de béisbol y fiestas de cumpleaños.
La lluvia cayó el día en que la señorita Miyeon se retiró de Lineas Vitales del amor, entregándome las riendas y dándome una capa profunda de propósito adicional a mi vida. Todavía puedo recordar la forma en que su cabello mojado se enmarañaba sobre su frente mientras estábamos en ese familiar estacionamiento bajo un cielo lloroso.
―Brilla, Wonnie. Tu sonrisa es un regalo incluso para el alma más triste.
Mi pulso palpita con recuerdos agridulces.
Sí. Es apropiado, supongo, siempre hemos sido la lluvia y yo.
Con un suspiro desvencijado, parpadeo para contener las lágrimas, mi mirada se posa en el ventilador de techo sobre mí. Ha sido un día emocionalmente agotador de recuerdos y despedidas llorosas.
Despedidas finales.
Rostros familiares han entrado y salido de la habitación con palabras de amor y paz. Todas las piezas preciosas de mi corazón. Nuestra hermosa hija, nuestros tres nietos, nuestra plétora de bisnietos. Nuestros amigos y familiares que aún viven incluso trajeron a nuestro perro mayor para una dulce despedida.
Se han dicho las despedidas.
Todas menos una.
Ahora solo somos Hoseok y yo, envueltos el uno en el otro, acostados debajo de las cálidas y tranquilas sábanas de nuestra cama tamaño king.
Solíamos bromear sobre cambiar la cama por algo más pequeño, una queen o una full, porque el espacio extra siempre resultaba inútil. Cada noche, terminaba en su lado del colchón, presionado contra su espalda o su pecho, perdido en los reconfortantes latidos de su corazón.
En todos nuestros años juntos, nunca dormimos separados. Ni una sola vez. No hubo viajes de negocios, obligaciones de viaje, discusiones que nos separaron antes de que cayera la noche.
