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―¡Wonnie!

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―¡Wonnie!

Una familiaridad amortiguada llega a mi oído, y miro hacia arriba a través de la ventana oscura, y veo a mi padre de pie en el porche delantero, agitando el brazo animadamente, alentándome a entrar. Cuando miro la hora, me sorprende descubrir que he estado sentado en el camino de entrada de mis padres durante más de quince minutos, perdido en pensamientos ociosos e incoherentes incógnitas.

Mis ojos escanean la nota arrugada sobre mi tablero con el nombre y la dirección de un completo extraño en todos los sentidos, excepto uno.

El verdadero destinatario del corazón de Taeyang.

Sacudiéndome de vuelta a la realidad, apago el coche y me fuerzo a entrar en la casa. El aroma de las hierbas y especias italianas asalta mis sentidos cuando me encuentro con mi padre en la entrada. Me duele la cabeza.

―¿Te quedaste dormido ahí afuera? ―se ríe, dándome un apretón en el hombro después de que dejo mi mochila.

Su barba ha crecido un poco desde la última vez que lo visité, haciendo juego con las rayas plateadas de su reciente corte de pelo.

Alto y distinguido, mi padre siempre ha tenido un aspecto intimidante, pero por dentro, no es más que suavidad y almíbar, el hombre más dulce que conozco.

―Solo estaba pensando.

—Pensando en la tarta de queso de mamá, espero. Recién salida del horno, con arándanos y limón.

Mi estómago da una sacudida alegre y le doy un pequeño saludo a mi madre cuando pasamos por la cocina.

Mirando hacia arriba desde la estufa, sonríe ante mi presencia.

—Hijo, no sabía que vendrías.

Por alguna razón, mis ojos se empañan.

―Quería verlos ―murmuro en respuesta, mi voz sonando fina y parecida al papel―. Los he extrañado.

Papá me rodea con un brazo corpulento, acercándome a él. Me da un beso en el pelo, rápido y ligero, pero el gesto desencadena un torrente de emociones que me invade, y colapso contra su pecho, sin planearlo. Siento la preocupación en su abrazo, el amor incondicional, y solo me hace llorar más fuerte. El curso de las últimas dos semanas me recorre en oleadas y estremecimientos, y antes de que me dé cuenta, los tres nos acurrucamos en el sofá mientras inhalo para tranquilizarme y espero a que mi crisis disminuya.

―Oh, Wonnie... mi pequeño Wonnie ―susurra papá a lo largo de la parte superior de mi cabeza, acariciando con su amorosa palma hacia arriba y hacia abajo por la parte superior de mi brazo.

Mamá entrelaza sus dedos con los míos en mi lado opuesto, y una apariencia de paz finalmente se instala en mis huesos.

Luego, depuro los eventos de los últimos cuatro meses y medio.

Under Your SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora