Buena esposa

Capitulo 25

Fue un suave desliz entre la conciencia y la inconciencia, un ligero e imperceptible cambio que ocurrió lentamente a las horas de la mañana, cuando, después de varias horas de sueño, se despertó.

Desde ese mismo momento, cuando abrió sus ojos debido a de una tenue luz del sol que llegaba atreves de sus cortinas gracias a un hechizo, sintió que el día seria... diferente.

Nada muy dramático o grave, al menos no lo presentía así, solo algo que traería cambio, eso es lo que le decía su instinto, y no solía fallar.

Se levanto con cuidado y delicadeza bien practicada y ya natural en él, dejando detrás a su abollonada y cómoda almohada, regalo de las chicas, y abriendo las cortinas que cubrían su cama, para notar, gracias a la poca luz, que el día era más gris de lo que supuso al despertar.

Como lo había organizado intencionalmente en el pasado, lo primero que lo recibió fue un gran espejo de cuerpo completo con delgados bordes de madera clara que lo reflejaba perfectamente, gracias a la cercanía y la claridad del día, a pesar de lo nubloso que parecía prometer ser.

Se tomo un momento en ubicar sus gafas, con una buena cantidad de cuidado en pos de recuperar su visión, y contento de que funcionara a diferencia de los días en que estaba particularmente enfermo, antes de levantarse de su cama con largos pasos y acercarse al espejo.

Sabiendo con certeza que ninguno de sus compañeros se encontraría despierto a tales horas, camino lento y con prevención, asegurándose perfectamente de no hacer ruido alguno, mientras se desprendía del sueño que aun seguía en él, y acerco un pequeño banco de tela roja  para poder sentarse frente a la superficie del cristal.

Como en todas las mañanas, estiro su mano con naturalidad a su izquierda, disfrutando de tan bello silencio mientras meditaba en lo frio que era el día, y agarro el cepillo que tenia allí, en su mesa de noche.

De allí comenzó a desenredarse, pasando la peinilla con lentitud y cuidado para no maltratar su cabello o destruir las ondas que poseía-, mirando cuidadosamente sus rasgos mientras asentaba su ya no tan rebelde cabello para poder peinarlo después de bañarse.

Siguió tranquilo concentrado en eso, ignorando como sus ojos se desviaban un poco de vez en cuando al reflejo de las otras camas por si podía captar algún movimiento, antes de regresar a si mismo y continuar con su tarea.

Sin embargo, al notar algo en particular de si mismo se obligo a detenerse, incapaz de aplacar su sorpresa.

Acerco sus manos a si mismo, donde podía verlas de cerca, y pudo confirmarlo, no era ninguna ilusión o ideal, su piel era más clara que antes, y no era por salud, no lo creía así realmente.

Por precaución, cerro su mente y se tomo un segundo para revisarse superficialmente, analizando cualquier dolencia que ignoraba y si estaba sintiendo, no había nada.

Abrió los ojos con confusión, se sentía perfectamente bien, y aunque aun debía cuidarse de los movimientos bruscos y usar mucha magia, como Poppy se lo había indicado y la chicas tanto recalcaban, no había razón alguna para estar pálido y no bronceado con ese tono casi dorado caramelo que antes poseía.

Sin embargo, regresando su atención a la copia perfecta de su rostro y mirándose de cerca, noto como su suave y ahora blanco rostro, con un delicado color natural y bellos rasgos, combinaba perfectamente con su negra y sedosa cabellera.

Fijándose directamente en la imitación perfecta de su orbes verdes, se dio un momento para admirar la perfección con la que tal vibrante color lo hacia resaltar casi divinamente.

Se veía realmente bonito así.

Sonriendo, y acariciando su reflejo con un tímido toque de sus dedos y un suave suspiro contenido, alagado por admitirse a si mismo algo así, se levanto y dirigió al baño, listo para comenzar el frio día, que al parecer, podría traerle algo emocionante.