23. Aunque sea mentira

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••• POV Piper •••

Su rostro de enojo y decepción me golpea a penas abro la puerta.
Es cierto que la dejé semidesnuda en mi cama por atender otra llamada, luego de que Zelda me atacara diciendo que debería estar en contacto con ella y Zac cada dos segundos, ahora estoy segura de que Alex ha pensado que seguramente estoy hablando con ella otra vez, pero no es así.

Nunca me imaginé que la paquetería express fuese tan express, de hecho, me esperaba la entrega para esta noche, pero una vez más internet me ha demostrado que  tiene más poder del que yo misma había llegado a pensar.
Y no es que solo piense en sexo, pero luego de que Alex se esfuerce tanto en hacer que disfrute y me llena de placer una tras otra deliciosa vez cuando mi propia esposa no puede ni siquiera dedicar su atención a hacer que me corra una sola vez, no he podido hacer una compra de último minuto. Pero parece que justo ahora mi preciosa, sexy y malgeniuda pelinegra no está de humor de recibir nada, ni siquiera a mí, por lo que no me lo pienso y me abalanzo a besar sus labios.

—¿Estás molesta conmigo?— ronroneo.

—No.

—Pues parece que si lo estás, dime, ¿lo estás?

—No.

—Dime la verdad.— insisto aunque sé que se molesta más cuando lo hago.

—Sí, estoy molesta y tampoco tengo por qué estarlo, ¿satisfecha?

—Mira lo que te he traído.

—No quiero que me des regalitos, tú misma no quieres que te diga cosas lindas y yo no quiero que...

No la dejo terminar, pues pronto le vuelvo a dar un beso más en esos labios respondones que quiero ocupar en otra cosa que no sea precisamente hablar.
Ella se resiste, pero mi boca vuelve a insistir en poseer a la suya y hacerla ceder ante lo que claramente ambas queremos.

—Ábrelo.— le digo levantando su rostro a besos —Te va a gustar.

—Pipes...

—Si no te gusta lo devolveremos, ¿de acuerdo?

Ella solo niega con la cabeza y pronto me arrebata el pequeño paquete que sostenía en mis manos, para comenzar a abrirlo con la misma ansiedad de una niña con sus regalos en la mañana después de navidad. Sé que está emocionada aunque no quiere admitirlo, y también sé que le va a encantar. La vamos a pasar bastante bien con este juguetito que ya hemos tenido la dicha de probar antes.

A penas quita la tapa, una capa de rosas rojas se extiende al rededor de la cubierta de acetato que cubre el sofisticado artilugio y la sonrisa pícara se dibuja en los labios de la pelinegra que pronto me mira con cierta diversión.
Sé que recuerda tan bien como yo lo mucho que nos gustaba usar esta extensión de placer, y también cuánto me gustaba montar en ella disfrutando de la fuerza y ritmo de sus caderas mientras me sostenía de sus tetas.
Así que sí, es un arnés y sí, quiero hacerlo con ella usándolo.

—¿Estás bromeando?

—En absoluto. Esa llamada que nos interrumpió era del repartidor, de hecho.— le sonrío acariciándole la mejilla —Sé que no debe ser grato verme peleando por teléfono con mi esposa, pero te prometo que quiero darte toda mi atención a ti, es solo que ella es muy insistente y si no respondo es peor.

OLVÍDATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora