49. Familia perfecta

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La vida de Piper había tomado un rumbo que no había siquiera llegado a soñar.
De haber pasado un largo tiempo anhelando al menos las caricias y atenciones de la que fue su esposa, ahora no recordaba la última noche en que había dormido completamente las ocho horas.
Había unas enormes ojeras enmarcando sus preciosos ojos azules, sí, pero también una sonrisa brillante en sus labios que se extendía desde que abría los ojos y se descubría desnuda al lado de la mujer que amaba.

Piper pensaba en ello, en la manera en que había cambiado su vida y lo increíble que era poder seguir experimentando con su sexualidad, porque cada encuentro con Alex era una nueva manera de poner a prueba los límites de placer en su cuerpo. Y mientras lavaba uno que otro plato de la cena, las imágenes del día anterior siendo lamida por Alex en la bañera, simplemente le hicieron temblar las piernas.
Jamás había tenido tanto sexo en su vida, y desde luego que eso era alucinante y maravilloso, sí, pero también muy cansado.

Recordó entonces esa fotografía que la pelinegra le había enviado por la mañana.
Había estado insistiendo en trabajar con ella  nuevo, pero Piper sabía que sería bastante difícil concentrarse en cualquier cosa con Alex ahí.
Y más aún si cumplía su amenaza de vestir de esa forma en que había hecho en la imagen que le había enviado.

Y más aún si cumplía su amenaza de vestir de esa forma en que había hecho en la imagen que le había enviado

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Se lamió los labios y un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.
¿Cómo pretendía que iba a poder concentrarse así? ¡Era imposible!

—Hola...— le ronroneó precisamente la causante de sus pensamientos y felicidad —¿Ya casi terminas?

—S-sí...— pasó saliva sintiendo los labios de la pelinegra besarle el cuello —Estaba por... Yo...— no era capaz de completar una sola oración —¿Zac está listo para dormir?

—Ya está durmiendo, preciosa. Es tiempo de adultos.

—¿Cómo lo convenciste de dormir temprano?

—Tengo mis trucos.

—Sabes que finge estar durmiendo y en realidad solo...— los escalofríos en su cuerpo la hicieron jadear ante las caricias —A veces solo quiere asustarnos cuando vamos a darle las buenas noches, ¿cierto? Él es...

—Pipes,— la pelinegra suspiró deteniendo su mano que iba en ascenso hacia los pechos de su novia, casi esposa que parecía estar bastante nerviosa —me aseguré de que está dormido y también de que no va a encontrarme cogiendome a su mamá en la cocina.

—Alex.— Piper regañó queriendo darse la vuelta, pero las intenciones de la otra mujer eran bastante claras.

Con fuerza la tomó por las muñecas y la hizo colocar ambas palmas en el lavabo de un solo movimiento. Claro que aquello le robó el aliento a Piper por la rudeza de aquello, pero parecía un poco desesperado a decir verdad y no sabía exactamente lo que aquello le hacía sentir.
No era la primera vez que lo hacían en la cocina, pero sí la primera con su hijo en casa, y aunque nunca las había encontrado en situaciones así, era algo que la ponía sumamente nerviosa, puesto que la única ocasión en que había estado cerca de atraparlas, mientras era ella quien estaba a horcajadas de Alex en el sofá, el niño no había dejado de hacer preguntas sobre sus movimientos y sobre si le gustaba mucho aplastar a Alex de esa forma.

OLVÍDATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora