36. Una pésima idea

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••• POV Piper •••

Y Alex se marchó.
Mis ojos la siguieron hasta que se perdió por la puerta de mi oficina y sus palabras se quedan sonando en mi cabeza, “Perdón... Tengo que irme y no voy a volver. Olvídate de mí.”
Me faltan fuerzas para soportar lo hondo que me duele y no quiero romperme así, no puedo permitírmelo.

Camino a mi oficina intento parecer firme. Ni siquiera sé si alguien me está mirando o no, pero no me voy a detener a pensar sobre eso, cuando tengo trabajo que hacer y luego debo volver a casa, donde tampoco voy a tener oportunidad de desahogarme y odio eso más de lo que he odiado algo en mi vida. Porque, ¿cómo le explicas a tu esposa que estás llorando porque tu ex ha renunciado y ha dicho que no va a volver? Es simplemente ridículo.

No tengo manera de canalizar todas estas emociones que en primer lugar, no deberían estar aquí.
Zelda no tiene por qué sufrir con mis indecisiones y para ser sincera, tampoco Alex debería estar sufriendo.
Pero ambas se han llevado una parte terrible y de paso, también yo me estoy jodiendo a mí misma por pura necedad.

—Supongo que ya estás contenta, ¿no?— me reclama Nicky frente a mi puerta con los brazos cruzados.

—¿Qué?

—Sí, ya debes estar contenta con la renuncia de Alex.

—No, yo no quería que esto pasara.

—Sin embargo, no hiciste nada por retenerla. Te lo dije, eso de ignorarla no iba a traer nada bueno, sin embargo dijiste que la distancia era mejor para no terminar más mal, y aquí está el resultado.

—No estoy en mi mejor momento para escucharte hablarme así, así que por favor, vete de mi oficina.

—Que me vaya no va a arreglar nada y lo sabes.— yo solo suspiro incapaz de levantar el rostro hacia ella —Y para que lo sepas, estoy del lado de Alex en esto.

Nicky me deja sola también, pero contrario a como fue la despedida de Alex, la de mi mejor amiga es menos dolorosa, y no es porque no la quiera o no sienta cariño por ella, si no más bien, porque estoy segura de que sin importar lo que pase, ella siempre va a estar para mí, por más estúpida que esté o las metidas de pata que haga, Nicky nunca me falla.
Pero sé que Alex va a irse y no va a volver, tal como me lo dijo hace un rato que salió de la oficina.

El día parece desolado y largo. No puedo concentrarme y desde luego, que mis pendientes no disminuyen ni siquiera un poco, al contrario, creo que las cosas se salen cada vez más de control y mi cabeza no es capaz de pensar en nada referente al trabajo.
Ahora siento un hueco enorme en mi pecho, y aunque estoy segura de que es algo que tengo bien merecido, no lo quiero.

Al volver a casa, la lluvia en la ciudad me acompaña haciendo que el ambiente sea todavía más triste y desolado.
¿Cómo puedes ir por ahí con el corazón roto porque tu ex te ha dejado cuando tú la has dejado antes?
Tengo que calmarme y dejar de llorar, eso es lo único que está en mi cabeza cada segundo mientras conduzco.
No quiero saber cómo fue el día de Zelda en el trabajo, y ruego al cielo que Zac esté en la ducha o cualquier cosa para que no me vea así. Voy a fingir migraña y me iré directo a la cama.

Lentes oscuros y pocas ganas de hablar, abro la puerta casi en silencio, queriendo no llamar la atención de nadie ni por un segundo, pero afortunadamente hay una nota en la barra de la cocina diciendo que han ido al cine con un par de amigos de Zac. A veces mi esposa es tan teatral que incluso prefiere dejar recaditos en la cocina a enviarme un mensaje.
Aún así, me causa algo de alivio saber que no están en casa, al menos no tendré que fingir peor demasiado tiempo.
Necesito una ducha y recostarme a lamer las heridas que yo misma provoqué.

OLVÍDATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora