10. Claro que era una disculpa

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••• POV Piper •••

El caos en casa se desató desde antes de que yo llegara, pues luego de que pude encontrar la cerradura para insertar la llave, mi esposa está llorando en el sofá hecha un ovillo y en lo que a mí respecta, me siento como la mierda.

—Zel...— digo con el cuerpo helado solo de verla tan mal.

—¡Oh, dios!— chilla poniéndose de pie para acercarse a mí —Estás bien, Piper.

Me mira con cautela y su preocupación me hace sentir todavía peor, porque mientras yo bebía y moría de celos de ver a mi mejor amiga coquetear y besar a mi ex, mientras mi mente trataba de no pensar en todo lo que aún siento por ella, aquí estaba mi esposa llorando en el sofá mientras pensaba en si yo estaría bien o donde es que estaría luego de no verme durante todo el día desde que salí de casa esta mañana.

—S-sí...— la abrazo acariciándole el cabello aún húmedo por la ducha —Lo siento, estoy bien... Estamos bien...

—Tienes que darte una ducha,— me dice sosteniéndome por los hombros mientras arruga la nariz —te prepararé café.

—No.— dudo por un segundo, pero estoy hecha un lío de confusiones. —Lo único que ahora quiero es no seguir pensando.

—¿Pensando en qué?

 —Ven conmigo a la ducha, quiero hacerte el amor.

—Piper...— dice mientras me acerco a besarle los labios y mis manos indecentes recorren su cuerpo.

Ella cede casi de inmediato, pero estoy segura de que es simple compromiso, porque no parece muy convencida ni siquiera cuando la estoy desvistiendo ya en el cuarto de baño.
Sus ojos no brillan con lujuria al ver mi desnudez y tampoco me hace temblar cuando comienza a tocarme, pero prefiero esto a solamente irme a la cama y seguir pensando en todo el desastre que llevo dentro.

Sus labios me recorren el cuello y pronto se muda a mis pechos, y disfruto la manera en que va esto, porque si sigue camino abajo, pronto la voy a tener de rodillas saboreando mi intimidad como hace tanto que no lo hace.
Acaricio su cabello húmedo e intento empujarla hacia abajo, pero pronto se pone de pie y me sonríe besándome la nariz.
Parece que hoy tampoco voy a tener sexo oral, y está bien porque no lo merezco.

Así que ahora soy yo la que se dedica a besar sus clavículas, sus pechos y voy descendiendo por su piel mientras escucho esos ruiditos casi silenciosos que emite conforme le voy repartiendo cariño con mis labios, entonces soy yo quien está de rodillas y voy a pedirle disculpas silenciosas de esta forma por todas las cosas no solo de esta noche en el bar, si no, por cada día que he querido mirar a Alex y no solo para coordinar algo del trabajo, si no, más allá de ser mi empleada.

Mi lengua se adentra en ella y saborea el dulzor de su sexo que la hace gemir un poco más fuerte.
Pongo su pierna sobre mi hombro para tener más acceso a su sexo y ella no pone objeción. Se entrega a mí quedándose quieta con la espalda recargada en las baldosas del baño y disfruta de mi ansiedad cubierta por cierta lujuria con la que le estoy haciendo el amor.
Pero está claro que no voy a tener más energías para hacérselo más que una sola vez, realmente me vendría bien el café y luego dormir acurrucada a su lado, sabiendo que ella no tiene ni la más mínima idea de lo que sucede en mi cabeza y con suerte jamás lo sabrá.

Terminamos de ducharnos juntas y es ella quien me llena de besos a penas me envuelve en una bata afelpada, pero no pide nada más. Está conforme con un solo orgasmo y no es nada nuevo en ella, lo que en cualquier otra ocasión me habría parecido decepcionante, pero justo ahora me alegra que sea así.

OLVÍDATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora