Capítulo 28: Todo empeora

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El remordimiento de consciencia no me dejo ni dormir, por lo cual, estoy en los vestidores del gimnasio hecho un zombie.


No puedo creer que haya sido tan débil de caer y acostarme con Almendra. Y me duele, me duele porque esto solo confirma que, como dijeron todos, en algún momento volveré a ser el mismo imbécil de siempre.


Y aunque no lo crean, no quiero.


No quiero ser el mujeriego otra vez, no quiero ser el chico que tiene relaciones vacías solo llenas de placer y nada de sentimiento.


No quiero y me niego.


Solo de pensar la cara que pondrá Stephany cuando se entere, me aterra y desde ya me duele. No quiero herirla, no quiero que sepa que fui capaz de fallarle.


Como si se tratara de una jodida broma, lo primero que veo cuando salgo al campo es a Almendra sonriéndome desde lejos, esa sonrisa lobuna que conozco se forma en sus labios y me recuerda todas las hazañas que hicimos. ¡Soy un idiota!


No, pero, ¡Soy un poco hombre! No fui capaz de cumplir con las expectativas de serle fiel a una sola chica.


Veo a la castaña sentada en las primeras butacas junto a mis amigos y el golpe de la realidad me golpea cuando ella me dedica una sonrisa tierna.


¡No la merezco! Ahora mismo me siento como la peor persona del mundo.


Soy incapaz de devolverle la sonrisa genuina, así que supongo me sale una mueca parecida a una. La veo fruncir ligeramente su ceño y sé que me tuve que ver bastante idiota y evidente.


No quieres que se dé cuenta pero, ¿Actúas así? Eres más imbécil de lo que pensé —Dice mi mente con molestia.


—Los quiero a todos concentrados, creo que esta de más que vuelva a dar el mismo discurso de siempre—El entrenador habla cuando todos nos reunimos en círculo alrededor de él— Williams te ves fatal, espero por tu propio bien y no juegues como te ves.


¡Ja! Como si tuviera las mínimas ganas de jugar.


Si el supiera cómo esta mi ánimo, seguramente me dejaría en banca. Pero tampoco puedo permitirme fallarle al equipo solo porque soy un imbécil que no pudo parar a una chica.


Soy tan idiota, por Dios.


En respuesta, solo asiento con la cabeza, sin decir nada.


Él sigue hablando o mejor dicho gritándonos como siempre lo que tenemos que hacer pero mi mente se queda en blanco recordando lo que hice ayer. La cara de la castaña se forma varias veces en mi mente y en todas, una expresión decepcionada me mira.


No quiero que se entere, no quiero.


Si se entera, la perderé. Y no estoy dispuesto a eso.


—Amigo, será mejor que te concentres si no quieres que el entrenador te haga trizas—La voz de Alex me trae de vuelta a la realidad y veo la expresión de preocupación de mi amigo al mirarme— ¿Qué tienes, de todos modos?

Hasta el más mujeriego se enamora •Editando•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora