Capítulo 8: Estrella del futbol

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Luego de entrenamientos en los que mis piernas salían como gelatinas, mi cabeza a punto de explotar por los gritos del entrenador y mi corazón acelerado por el ejercicio, el día del juego por fin había llegado.

Sería en nuestro campo y el equipo invitado sería otra escuela privada.

Estaba más nervioso de lo normal porque este será el primero juego en donde Stephany me vería jugar, y aunque no debería preocuparme pues soy bueno jugando, igual los nervios se instalan en mí.

Llego a la escuela mucho antes de la hora oficial del partido ya que nosotros necesitamos calentar y repasar nuestro plan de jugadas, a pesar de que siempre hay alguno que lo daña y decide jugar solo.

Cuando llego, los chicos están sentados en el vestuario mientras el entrenador Atkins señala una pizarra donde están nuestros nombres marcados en las posiciones que cada uno juega.


— ¡Los quiero a todos concentrados en el juego! —Dice— Hoy no es día ni para pensar en fiestas, en chicas, en tarea, ¡En nada! En absolutamente nada que no sea ganar ese jodido partido, ¿Entienden?


Un de parte de todos se escucha en el lugar, mientras él asiente con la cabeza mirándonos serio.


—No me harán pasar pena—Sigue hablando— Ya divulgue y alardee de que ustedes le darán una paliza a esos jugadores de quinta. Saben muy bien las consecuencias de hacerme quedar mal.


—Si entrenador—Hablamos igual de serios que él mientras escuchamos todo lo que tiene para decirnos.


—No quiero que se dejen intimidar, ellos son buenos pero ustedes son mejores—Dice dándonos animo—Si pierden, les juro que los haré trotar el campo hasta que sus piernas no den ni para arrastrarse y saben muy bien que hablo en serio.


Todos asentimos sabiendo que sus promesas valen y mucho, siempre cumple sus amenazas. Una vez, su hermano venía de visita a la ciudad y teníamos juego. Así que fue su momento perfecto para aladear de su gran trabajo entrando al mejor equipo de fútbol. Lo invito al juego y se canso de decirle que éramos los mejores, que ganábamos las intercolegiales y que siempre que competíamos, salíamos campeones. ¡Todo gracias a su entrenamiento!

Justamente ese juego, lo perdimos. Y estuvo tan molesto con nosotros por dejarlo mal frente a su hermano, que nos hizo hacer voluntariado en la cafetería, sin ningún propósito educativo respecto al futbol, solo quería hacernos pagar por perder el juego donde iba a lucirse de su grandioso trabajo.


¡Fue la peor semana! La cafetería en serio es un desastre.


Nos vestimos con nuestro uniforme que consiste en una camisa negra con gris, junto con el logo del instituto y un short blanco con líneas laterales de color negro.

Salimos al campo y, espero por mi buena reputación con la castaña, que no me pase como al entrenador Atkins y ganemos este juego.


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Las gradas se llenan y mis nervios crecen, no aparento estar nervioso. Pero siempre, en cada partido me coloco tan nervioso que mis manos sudan y mi corazón palpita al punto de sentirlo en mi garganta.

Hasta el más mujeriego se enamora •Editando•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora