Prólogo

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Veo como mi padre se tambalea mientras camina por la sala con su vaso de vidrio, cuando tiene ese vaso siempre hay problemas.


Siempre que está en casa, se emborracha hasta perder el conocimiento.


Me quedo en la baranda de las escaleras de mi casa, escondido, no quiero que me vea o va a regañarme.


Veo como mi madre se acerca a él en un intento de hacerlo sentar.


—Vamos a dormir—Veo que mi madre trata de quitarle el vaso con el liquido ambarino que aun reposa en su mano.


—No quiero—Dice arrastrando cada palabra.


—Por favor, vamos a dormir, ya es tarde— Mi mamá insiste y no entiendo por qué no lo deja solo.


No quiero que este cerca de él, quiero llamarla para que se aleje, pero en cambio, me quedo como piedra, en la misma posición escondido viéndolos.


— ¡Que no dije! —Veo como la empuja haciendo que ella caiga al piso—Siempre tienes que estarme molestando, ¿No puedes dejarme en paz?


Mis lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, por más que papá me dijo que los hombres no lloran no puedo retenerlas. Estoy asustado, quiero salir a defender a mi madre pero tengo miedo.


—Por favor, Rodrigo...—Dice ella llorando mientras se levanta débilmente —No grites, despertaras a los niños.


— ¡No me importa! —Vuelve a decir mientras veo como la zarandea del brazo— No te soporto.


Hace énfasis en cada silaba de la última palabra, veo como vuelve a lanzarla al piso, provocando que ella se queje ante el impacto.


Es mi momento de salir,  tengo que tener valor, tengo que defender a mi mamá.


— ¿Ethan? — Escucho a mis espaldas y se inmediatamente que pasa, mi hermana de cinco años, esta parada detrás de mí con su osito de peluche y su ceño fruncido al ver mis lagrimas.


—Kira...—Le respondo con mi voz en un susurro, estás no son situaciones con las que un niño de seis años sepa lidiar, así que no sé exactamente qué hacer, le hago una seña de silencio colocando mi dedo índice en mis labios— Vamos a la cama, me desperté por una pesadilla.


Digo como puedo limpiando mis lágrimas con la camisa de mi pijama de súper héroes que tanto me gusta y mi mamá siempre deja que me coloque.


La llevo a su cuarto y me acuesto con ella en su cama, mientras empiezo a relatarle una historia de personas con poderes sobrenaturales que pueden defender al mundo de cualquier cosa.


—Pero eso no me gusta, quiero una de princesas—Pide ella mirándome.


—Hermana, no sé nada de princesas—Digo y al ver la tristeza en sus ojos ante mi respuesta, rápidamente agrego— Pero inventaré algo para ti.


Y así, comienzo a relatarle a mi hermanita, un cuento completamente incoherente donde el amor reina y las princesas junto a sus príncipes son felices por siempre.


Aunque mi padre, el supuesto príncipe de mi madre, este ahora mismo maltratándola tanto física como psicológicamente.

Es por eso, que solo son cuentos y en la vida real, el amor no es como lo pintan. Todo es tan fingido, que es casi insoportable poder seguir con la farsa una vez que el telón se cierra y la sociedad no ve nada.


Pero eso Kira no debe saberlo ahora, a ella la protegeré siempre y estaré dispuesto a contarle mil cuentos de princesas para hacerla feliz.

Hasta el más mujeriego se enamora •Editando•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora