C: 8 - LA COLINA DEL AMOR

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Hogwarts-

-Algunas semanas habían pasado y las clases junto a los cuatro niños habían corrido con completa normalidad. Tres de ellos se aburrían y se quejaban al hacer tareas por las tardes, mientras que una castaña se emocionaba cada día por todo lo que aprendía en clases, incluso por todo lo que leía y aprendía fuera de ellas, su actividad favorita era hacer las tareas y eso nadie podía quitárselo.

Así que eso hacia aquella tarde de marzo la pequeña castaña. Terminaba sus deberes como siempre el mismo día que le asignaban las tareas, se había quedado ya sin tres frascos de tinta, Alarik tuvo incluso que regalarle uno de los suyos cuando se dio cuenta de que solo le quedaban dos.

Hermione Granger era una niña aplicada, eso todos los profesores lo sabían desde el primer día de clases de aquella pequeña castaña de cabello revoltoso. Y por eso se encontraba sola en la biblioteca, terminando aquel ensayo de encantamientos que tenía como fecha para entrega a finales de mes.

Por otro lado, un Ron Weasley y un Harry Potter se encontraban junto a un Neville Longbottom en aquella habitación suya en la Torre de Gryffindor; los tres se encontraban platicando y jugando un poco calabozos y dragones. Llevaban toda la tarde jugando, casi se hacía de noche y ellos no podían dejar de reír al jugar tan animadamente aquel juego de mesa... aunque ellos estaban en el suelo, sentados cerca de la ventana-

Y por otro lado, una azabache de ojos grises se encontraba sola en las colinas del castillo, un poco alejada de la Torre de Gryffindor y más cerca de lo que ella estaba conociendo como el Sauce Boxeador (aunque ella le estaba dando la espalda).

Había decidido salir por la tarde a recorrer el Colegio por fuera, quería dar una caminata a solas para intentar relajarse y olvidarse de aquel sueño que estaba teniendo desde hace meses; aquel hombre de ojos grises se manifestaba y ella no entendía el por qué. ¿Quién era?

Aún así el respirar el aire fresco y mirar aquellas flores hermosas que habían nacido después de aquel helado invierno que paso, se sentía feliz, se sentía mejor y se sentía libre; adoraba escuchar a las lechuzas e incluso el sonido de otros animales que ella aun desconocía.

Estaba tan a gusto sentada sobre una piedra, mirando a la nada cuando sintió como una mano tocó su hombro por detrás. Se sobresalto de inmediato dando un grito de susto y brincando hacía el césped para huir de aquella cosa.

Pero cuando escucho una risa de diversión, miró hacía donde estaba sentada antes y detrás de la piedra estaba el profesor Remus Lupin, con más cicatrices de las que tenia en su rostro y un bastón de madera ayudándolo a apoyarse en su mano derecha-

Remus: Disculpa, no quería asustarte. -sonrió-

Alarik: Casi me mata, profesor. -expresó sentándose nuevamente en aquella piedra- No es que quiera faltarle el respeto, de hecho jamás lo haría. Usted me agrada y es uno de mis profesores favoritos, yo diría que el primero en mi lista de tres. -divago- Después están Mcgonagall y la profesora Hooch pero...

Remus: No quieres ser irrespetuosa, lo entiendo. -sonrió divertido por su actitud-

Alarik: Si, disculpe. -sonrió apenada- ¿Qué hace aquí?

Remus: Yo estaba... caminando y entonces te vi, no te reconocí hasta que vi tu cabello.

Alarik: Es azabache como el de la población promedia. ¿Cómo reconocería mi cabello? -preguntó confusa-

Remus: Te sorprendería si te dijera el por qué. -sonrió divertido sentándose a su lado-

Alarik: Vamos, dígame. -pidió suplicante- ¿Por qué reconoció mi cabello?

A MIS OJOS, TU ERES  -  G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora