Capitulo 16

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James miraba en silencio a la pelirrubia.

— D-dime... ¿Eso no lo ves como sufrimiento? — preguntó con su voz entre cortada — L-la única persona que más quería en este mundo se fue de este mundo. Mi abuelita era mi lugar seguro, tanto que quería vivir con ella toda mi vida para no tener que sufrir. Ella no lo sabía porque no quería que se preocupara.

No supo que responder.

— Estoy muy cansada — susurró bajo — Solo quiero dejar de sufrir.

Se podía ver claramente en sus ojos lo cansada que estaba y el dolor al decir todo lo que ha pasado durante esos años, y era algo que no pasaba de desapercibido para el azabache. Jame no sabía que decir ante su confesión, pero de algo si estaba seguro es que la pelirrubia estaba diciendo la verdad.

— Ese moretón que tenias ese día...

— Él me golpeó — dijo cabizbaja.

Inconscientemente, James apretó su mandíbula.

— ¿Realmente me dices la verdad? — preguntó el azabache.

Ella asintió débilmente.

— Te creo — dijo firmemente y la pelirrubia subió su mirada, sorprendiéndose por esas palabras.

Pensó que nunca le iba a creer, que seguiría con lo mismo que ha estado diciendo desde el primer día. Ella estaba en un mar de confusiones porque no entendía lo que estaba diciendo aquel azabache, que con gran enojo y furia se ensañaba con ella sin creerle absolutamente lo que le decía.

Ahora, era diferente.

Era la primera vez que alguien le entendía, que le creía. Aunque el guardaespaldas sabía el trato que le daba el Comandante King, nunca le pudo decir el trato que le daba su propia familia ni mucho menos que la obligaron a casarse con ese hombre.

Ella empezó a sollozar nuevamente, bajando su mirada.

— ¿Por qué lloras?

— P-porque es la p-primera vez que alguien me cree.

— Ya, solo deja de llorar ¿de acuerdo?

— ¿Si te acuerdas todo lo que me hiciste esta semana, verdad? Me gritabas todo el tiempo y llegaste a golpearme, p-pensé que me ibas a m-matar... Y ahora, una persona llegó a pegarme y hasta viola-

— No lo digas — la detuvo — Hice todo lo posible para que las huellas de ese maldito se borraran definitivamente. Pero aún persiste en tu memoria.

— Nada se compara al dolor interior. El dolor físico pasará en días, semanas o meses, pero el dolor de aquí dentro, permanecerá por un largo tiempo.

— Esta bien, te entiendo.

James se dirigió hasta la puerta.

— ¿A dónde vas? — preguntó, viendo como giraba la perilla de la puerta — N-no te vayas, por favor...

— Tendré que comprobar algo...

— N-no, no, no quiero que te vayas.

— No demoraré ¿de acuerdo? Esta vez aseguraré las puertas y-

— ¡No! ¡No te vayas, por favor! Te prometo que ya no lloraré más, tampoco te daré problemas, pero no te vayas, por favor — sus ojos llenas de suplicas combinada con miedo provocó algo dentro del azabache.

Suavizó su mirada, regresando nuevamente hacia ella.

— Está bien, no me iré. Pero, voy a hacer algo para comer.

La debilidad de un convicto (Tercera Trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora