Día de la boda
El día esperado para todos había llegado. El día parecía ser alegre con el resplandecer del sol a primera hora de la mañana.
Para Hannah no lo estaba
Ella sabía lo que pasaría en el momento que pisara esa iglesia y que dijera el "si acepto". Su sufrimiento sería aún mayor, las probabilidades de escapar eran escasas y no tenía más opción que ser esclava del destino. Su madre le amenazó la noche anterior si hacía una locura, la seguridad era mucho más mayor y no podía salir de la mansión sin la orden de King. El guardaespaldas solo la miraba con pena, sabiendo lo que pasara ahora en adelante con la pelirrubia y se sentía impotente al no poder hacer algo para ayudarla.
Las chicas se encargaban de ella, maquillándola y peinándola para la boda. Ella estaba sin ninguna expresión en su rostro, viendo todo por el espejo y el guardaespaldas viéndola a ella, negando como el futuro de aquella pelirrubia se iba a destrozar en cuestión de horas. La llevaron a la otra habitación, allí le ayudaron a ponerle aquel vestido que hizo todo lo posible para que le quedara cómodo y a su medida, luego sintió como le ponían el velo, tapando su rostro.
— Se ve preciosa, señorita Hannah.
Dos chicas trajeron un espejo y le pusieron al frente de ella. Era verdad, todo le quedaba precioso hasta el maquillaje le hacía ver más hermosa y angelical.
— Parece un ángel – sonrió enternecida.
— Esta todo perfecto – una chica entró con un cuaderno en sus manos y poniendo un visto en una de las hojas – La limusina ya está esperándola, señorita Bell. Todos están esperando por usted en la iglesia – sonrió.
Hannah solo asintió sin ganas y caminó hacia la puerta. Cuatro guardaespaldas estaban en el umbral de la puerta esperándola, ni siquiera prestó atención cuando la chica le dijo que faltaba el ramo de flores y la foto, ya que los padres de ella querían ver cómo había quedado su hija con su vestido de novia. La pelirrubia bajó las escaleras con sumo cuidado en no caerse con esos zapatos un poco altos y con el vestido que era largo.
Ayúdenme
Quería gritar esa palabra, pero sentía un nudo en su garganta impidiendo que pudiera pronunciar una palabra. Las personas que estuvieron presente en el día que fue golpeada, la miraban con pena y tristeza, después de todo vieron su corazón bondadoso y sin ninguna pizca de maldad, pero King si lo era, y tan solo podían ver la destrucción de una pobre chica en manos del mismo demonio.
Los tres guardaespaldas subieron a la limusina, el otro ayudó a entrar a la pelirrubia al automóvil. Sin embargo, hubo algo que dejó confundida a la pelirrubia, ya que dos de esos guardaespaldas no los había visto en la mansión, y se le hacía extraño ver a dos nuevos cuando no tenía ningún conocimiento de ello. Aunque intentó decirse a sí misma que King había contratado a dos a última hora, pero la incertidumbre y ese mal presentimiento se quedó impregnado en ella.
— Este no es el camino que nos lleva a la iglesia – dijo el guardaespaldas que iba de copiloto.
— Bien dicho, no lo es...
En ese momento, sacó un arma del principio de su pantalón y disparó hacia el guardaespaldas, provocando que su sangre manchara su rostro y parte de su ropa como también manchara la ventana, por suerte las ventanas eran blindadas. Al instante escuchó un disparo atrás suyo y el grito desgarrador de la pelirrubia se escuchó.
— Cuanto lo siento, niña, pero no vas a casarte el día de hoy – sacó la jeringa y le inyectó en el brazo.
Hannah empezó a sentirse débil.
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La debilidad de un convicto (Tercera Trilogía)
Misterio / SuspensoSer un convicto y tener su objetivo bien en claro, era lo único importante para James. Sin embargo, nunca se imaginó que su objetivo era aquella chica que se ha convertido en su gran perdición, un fruto prohibido, la prometida del comandante King. S...