Si por un momento pensó que el azabache no volvería a la habitación, pues se equivocó completamente, porque el azabache estaba justo a su lado, sentado y con su cabeza reposando en la mesita de noche y con sus brazos cruzados.
Ella jadeó de sorpresa al verlo. No tuvo noción del tiempo cuando cerró sus ojos completamente, dejándose caer por el sueño. Aún estaba adolorida por lo ocurrido, bajó su mirada para verificar sus heridas, todas estaban moradas.
Soltó un suspiro. Subió su mirada y la dirigió hasta el azabache. Tuvo la oportunidad de poder admirar su rostro, aquellos que veía ni un pizca de maldad ni que su mirada se vea aterradora y que daba miedo de tan solo mirar a su víctima a los ojos. En realidad, se veía como una persona común y corriente, alguien muy hermoso que cualquier mujer caería en sus encantos y en su mirada, que ahora, se veía muy angelical.
Era su tono de piel, pero ella lucia más blanca que de costumbre, tenía un rostro muy perfilado, era perfecto tanto de frente como de perfil, tanto que podía ser un modelo para cualquier revista del país. Sus labios eran ni tan finos ni tan gruesos, una contextura normal. Su cabellera azabache le encantaba, un poco ondulado, y ella siempre mimar a alguien que tenía una cabellera así, suave y que pudiera jugar entre ellas, pero de forma linda y agradable.
Sus manos picaban por tocar su cabellera, así que dirigió su mano lentamente hacia ella, debido a que no quería despertar al azabache. Tragó en seco cuando el azabache se removió un poco, pero suspiró aliviada cuando no despertó. Siguió con lo suyo, rezando que el azabache no pudiera despertarse.
Cuando sus dedos tocaron su cabellera, se sorprendió al notar su suavidad. Sonrió en su proceso y empezó tocarlos levemente sin ser tan brusco o algo parecido. Bajó su mirada, pudo notar aquella cicatriz que resaltaba en su pómulo izquierdo, se veía muy profunda.
Sin embargo, se quedó estática cuando sintió algo raro en su cabeza. Cuando intentó ver lo que tenía, se quedó congelada al sentir una mano presionando su muñeca.
— ¿Qué estás haciendo? — con una voz ronca y profunda, la pelirrubia temió lo peor.
— Y-yo...
— ¿Tú qué?
— P-perdóname...
Tartamudeó al ver esa mirada que en algunas ocasiones le causaba terror. Tragó saliva dificultosamente, sabiendo que había cometido un grave error.
— ¿Perdóname? Ja. ¿Por qué carajos me tocaste sin mi permiso?
— En serio, perdón...
Sin querer, el azabache apretó su muñeca al no obtener respuesta a su pregunta. Pero, no se acordó que la pelirrubia aún seguía sensible y adolorida con todo lo ocurrido, provocando que ella se quejara de dolor y una péquelas lágrimas saliendo de aquellos ojitos azules.
Inmediatamente, el azabache la soltó, preocupado a que nuevamente se abriera las heridas o algo mucho peor. Calmado bajó su mirada hacia su muñeca, y suspiró al ver que no había nada malo.
— No fue mi intención — musitó.
— Agradece que estes así, porque no me hubiera contenido en-
— Golpearme — terminó — Esta más que claro. Solo no tienes que evitar hacerlo, eso es más de lo que pudiera recibir en una persona. Ya estoy acostumbrada.
El azabache frunció el ceño, tratando de entender lo que había dicho.
— ¿Qué estás queriendo decir?
— Es fácil comprender. Ya estoy acostumbrada a los golpes y las humillaciones.
— ¿Tú? ¿Golpes y humillaciones? Ja ¿Me quieres ver la cara de estúpido? — preguntó, levantándose de la silla.
— N-no lo hago... Solo estoy diciendo la verdad.
— Lo que dices son puras estupideces. Como quieres que crea la tremenda barbaridad que dices, si has crecido en una cuna de oro toda tu vida.
— Las apariencias engañan. Nadie es perfecto en esta vida, ni siquiera la clase alta.
— Claro, quieres que crea ese cuento con esa mirada que estás poniendo justo ahora, como si fueras una manipuladora que trata convencer a la otra un cuento demasiado conmovedor. Realmente das pena.
Su mirada se encontró con la de él, sintiéndose afectada por sus palabras. Nadie iba a creerle, siempre supo que si le decía a alguien sobre todo lo que padecía dentro de ese mundo, se reiría en su cara, dándole el puesto de una chica caprichosa que no le quisieron dar lo que quería o que no obtuvo lo que tanto anhelaba.
— No es necesario que me creas, ni mucho menos que sientas compasión por mi y tampoco pienses que doy pena o algo por en estilo. Pensé por un momento que... — apretó sus labios, si lo decía podía enfurecer al azabache — Nada, olvídalo....
— Vamos, habla de una buena ver — siseó un poco enojado.
— N-no...
— ¡Dilo ahora mismo! ¡Acaba tus palabras! — la tomó de los hombros, con su mandíbula apretada y mirándola con un semblante que lograba aterrarla — ¡Te dije que hablaras!
Ella tenía sus ojos brillosos, reteniendo sus lágrimas.
— ¡Te di-
— ¡No te das cuenta que no soy la respuesta a tu pasado! — gritó — Pensé que ya te habías rendido, que ya te habías dado cuenta que no tengo ninguna relación con tu pasado. Por Dios, nunca te he visto, pero tú sigues empeñado en decir lo mismo y lo mismo. Me confundes ¿sabes?
El azabache se alejó bruscamente.
— Eres tú quien me tiene en un limbo sin final. Y claro que tienes algo que ver con mi pasado, no por nada estoy haciendo esto.
— ¿Por qué no me entiendes? Yo no sé quién eres tú.
— ¡Cállate de una buena vez!
— Pero sabes de lo que si pienso — no se detuvo — Es que no eres tan malo... Solo estas así porque quieres saber quien realmente eres y lo que te ocurrió.
— ¡Te dije que te callarás!
Alzó su mano con la intención de golpearla.
— No te detengas... ¡Mátame a golpes! porque así es la manera que yo deje de sufrir.
El azabache se quedó desconcertado. James podía ver el dolor en su mirada y en sus palabras, la manera más desgarradora en la que la pelirrubia se impuso ante él, dando su vida como bandeja de plata ante un convicto.
No había mentira en ella, solo había dolor y más dolor, que la única solución para dejar de doler es que la maten en ese justo momento. Aún no comprendía, se supone que su vida era más arreglada que la de una familia normal, pero ella le decía que su vida nunca fue así.
— ¿A caso te volviste loca? ¿Sufriendo? Tan solo eres una mujer que manipula a cualquiera, quieres que sienta compasión, pero eso no va a suceder.
— Solo estoy haciendo que tu trabajo sea más fácil conmigo.
— Tú no sabes nada lo que tengo que hacer contigo.
— ¿A caso me vas a tener todo el tiempo? No te das cuenta de nada ¿verdad? ¡No eres el único que sufre en este mundo!
— ¡Si tanto dices sufrir en este miserable mundo, dime razones! ¡Dilo de una b-
— ¡Que he tenido que sufrir abusos y humillaciones toda mi vida! ¡Que nunca pude tener amigos o amiga verdaderos! ¡Que nunca pude disfrutar absolutamente nada! — gritó con lágrimas — Ahora me obligaban a casarme, ¡con una persona mucho mayor que yo! y que la única respuesta que tenía "es lo mejor para ti".
James se alejó de ella.
— Eso es una mentira.
— ¿A caso no escuchaste bien? ¡Toda mi vida ha sido horrible, tener que soportar humillaciones por parte de mi familia y de ese hombre! Dime ¿¡eso no explica mi dolor!?
Dy
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La debilidad de un convicto (Tercera Trilogía)
Mistero / ThrillerSer un convicto y tener su objetivo bien en claro, era lo único importante para James. Sin embargo, nunca se imaginó que su objetivo era aquella chica que se ha convertido en su gran perdición, un fruto prohibido, la prometida del comandante King. S...