Capítulo 2

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Quince días antes de la boda

— Podrías ajustar un poco más al vestido, no le queda como debería de ser y yo quiero que mi mujer utilice un vestido que le haga resaltar su cuerpo.

— Es demasiado, King... Así está mejor.

— No te favorece de esa forma, necesito que estés hermosa para ese día. Por favor linda, hazme el favor de arreglar el vestido — le guiñó, haciendo sonrojar a la chica.

Hannah notó claramente eso, por un momento no le importaba, porque claramente lo había notado en varias ocasiones en la que el Comandante solía coquetear con las mujeres que solían recibirlo o atendido en cualquier lugar que ellos iban, pero eso no le importaba, más bien se sentía miserable por dejar que ese hombre decidiera por encima de ella antes de saber su opinión.

Si llegaba ajustar el vestido, iba a ser el centro de atención, una situación incomodaba para ella porque no les gustaba que la gente la viera en todo momento y que empezara a murmurar cosas que ella no lograba escuchar. Aunque también ese era el problema por la cual sus hermanas la odiaban, porque ella el centro de atención y las miradas eran para ella, y para sus hermanas que hacía todo lo posible para llamar la atención de aquellos hombres guapos que invitaban sus padres a cenas, fiestas o eventos, pero nunca podía, por la misma razón que siempre vivían bajo la sombra de su hermana menor.

Habían deseado ser la elegida por el Comandante, pero Hannah fue la que le llamó más la atención, aunque ella no haya nada para que eso pasará, pero siempre sus hermanas le echaban la culpa de todo. Ella no tenía la culpa de nada, pero ellos siempre se encargaron de que fuera así, y eso ocasionaba que la pelirrubia se sintiera miserable y culpable por toda la situación. Ahora, su prometido decidía por ella, y al parecer nunca iba a tener voz ni voto para las decisiones. Sin embargo, por una vez en su vida quiso objetar por la decisión.

— No quiero que lo haga — habló la pelirrubia, con una voz fuerte y decidida — Así está bien, no necesito que lo ajusten más, porque me sentiría incomoda con algo tan ajustado.

Al decir eso, el Comandante alzó una ceja de forma intimidante.

— No necesito discutir eso contigo, porque yo lo decido...

— Pero yo también tengo derecho a opinar porque yo me pondré el vestido y es por eso que necesito un vestido en la que me sienta cómoda.

— Déjame hablar un momento con mi futura esposa – le dijo a la chica y ella asintió, dejando solos a la pareja — ¿Por qué carajo me contradices?

— No te estoy contradiciendo, solo estoy diciendo lo justo para mí. Tú decidiste el lugar donde será la fiesta, decidiste los invitados, decidiste los arreglos junto con mi madre, decidiste absolutamente todo, ¿y yo? Solo estoy decidiendo como será mi vestido.

— Creo que aún no te ha educado bien tu madre.

— Mi madre siempre estuvo ausente en mi vida... Tengo la educación suficiente para todo lo que se me aproxima después, solo quiero decidir lo que voy a usar ese día.

— Tienes agallas para decirme todo eso – sonrió ladino — Ya daté la idea como debes comportarte después de que seas mi esposa, porque no tiene otra opción. Tú eres mía y de nadie más, por algo necesito que estés a mi lado y las cosas cambiará después de que nos casemos — la tomó de la nuca y le dio un beso — Por ahora te doy la opción de esto, pero ya sabes cómo te irá después.

El Comandante salió de esa habitación, dejando a una pelirrubia impotente y con lágrimas en sus ojos, sus manos se hicieron puño por el enojo que le estaba consumiendo al ver como ese hombre le estaba dando sentencia a su propio destino. No tenía a nadie para pedir ayuda, a alguien que le ayudara a salir de ese infierno en la que vive, porque sus padres hicieron todo lo posible para ser educada dentro de su casa y es así que nunca pudo tener amigos.

La debilidad de un convicto (Tercera Trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora