→Prólogo.

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Los Angeles Times (Revista virtual) - "La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera", decía el caricaturista José Guadalupe Posada, quien se refería a su más famoso personaje, la Catrina.

Hace mucho tiempo atrás, en Grecia, nacieron de entre el vínculo de Rea y Cronos, los grandes Dioses del Olimpo: Zeus, Poseidón, Ares, Afrodita, Hera, Demeter, Athena, Apolo, Artemisa, Hefesto, Hermes y Dionisio. Cada uno de ellos desempleaba un cargo para mantener el orden del mundo, la naturaleza y la vida; entre uno de ellos en específico, fue de donde nació la leyenda entrelazada y nunca dicha, y esa es el de la Catrina: Diosa de la Muerte, y corazón viviente del mismísimo Hades, Dios de la muerte.

La leyenda más absurda, y no conocida, cuenta que Hades fue castigado por Zeus y Afrodita tras ser infiel a su primera esposa, que detrás de esa infidelidad terminó dando una vida al primer semidios en el mundo. Se dice que del gran dolor del castigo, tras un dolor fuerte entre cuerpo y corazón, una luz roja y negra salió de su cuerpo para crear una figura femenina y robusta, quién se presentó como figura iconoca y literalmente: "El corazón del Dios de la Muerte".

Hades reconoció que aquella mujer era su corazón, y Afrodita le explicó que la maldición había sido hecha con ayuda de Hera y Artemisa, por traicionar a su pareja: Su corazón debía vagar entre la obligación de cuidar un mundo alterno al infierno, donde la Diosa Azteca Mictecacihuatl, sería quién diera cuerpo vital para intervenir entre la vida y muerte de los humanos. Tiempo después de ese suceso, cuerpo y corazón tendrían vidas indiferentes pero que tras cada ruptura de traición o amor, dolería y crearía criaturas del mal para limpiar los pecados cometidos dentro de la vida romántica vivida.

Cada vez que la Catrina(corazón) del Dios Hades desaparecía del mundo, era porque él volvió a dejar un hijo mestizo en algún lado. No eran muchas pero se contaba con las manos, por ende, la reencarnación de la Diosa de la muerte tuvo nuevos comienzos y retroalimentación vuelta a rehacer.

A la tercera reencarnación volvió al encargo una joven de carácter sombrío, armonioso y leal llamada: Laice Collins, tomando todas las responsabilidades en el año 1995; ese impulso de caer al olvido, dejó de suceder tras Hades al fin empezar a entender lo que su corazón ocasionaba en el ciclo del equilibrio tras cada desaparición en el mundo humano. Laice juro lealtad y una visión fuerte de proteger a su gente, a los espíritus y almas que llevaba al "descanso"(mundo alterno al infierno), ella sabía que por ser la reencarnación del corazón de Hades su carácter y vida eran mierda pero no por ello dejaría su cargo en la tierra; porque ella no se dejaría caer ante la sombría, desgracia y soledad que cargaba ser el corazón de Hades, su puesto y cargo.

En 2003, tuvo su primera intensa curiosidad de volver al mundo mortal sin ser parte de las fiestas halloweenescas, su motivo intenso y de necesidad fue dada al notar que las muertes y almas habían reducido la frecuencia de llegadas tardías. Osea, gente neofita castigada a vagar por el mundo terrenal en la vida inmortal, dejaron de ser carcomidos por las llamas de fuegos por grupos y ejércitos en un período de tiempo muy corto.

Siendo así, cómo traspasó su portal del mundo de los Muertos hacia la tierra, una noche antes de la fiesta de San Marcos, llegando a Volterra, Italia dónde tendría el primer y oficial encuentro con los tres Reyes Vulturi, quiénes conformaban un clan de vampiros de grandes y fuertes habilidades que gobernaban su mundo para coexistir en paz ante la ceguera e ignorancia del mundo humano.

La Catrina Laice sabía mucho acerca de ellos, su fundación que rondó entre 1200- 1100 a.C, y que comparado con su actual edad inmortal iba a encontrarse tal vez con seres machistas que la vieran joven ante la edad que esos vampiros llevaban recorriendo a pie en la tierra. Debido a que la primera Catrina se mostró publicamente en las tierras Mexicanas, siendo retractada a modo de burla por un caricaturista para desahogar las injusticias y desigualdades de su pueblo, sin saber que entre una mirada de reojo pudo conocer a la Diosa de la Muerte, vagando a propósito cerca de la vista humana, dandose a conocer en los años 1866 - 1913, encargandose de ser una figura iconica para celebrar y despedir a seres queridos que descansarían en paz en las manos de la misma muerte.

Desde aquello, había seguro pasado unos 90 años sin hacerse pública, mas que nada por los conflictos de ser la Diosa de la muerte, los peligros que acarreaba proteger y protegerse, habían hecho que dejara en segundo plano la necesidad de vagar por el mundo mortal, y ese día se encontró saciando su curiosidad tras dejarse ver frente al Castillo Vulturi, en la oscura y nocturna noche. Siendo escoltada por los guardias del Clan hasta el salón de tronos, donde descansaban tres Reyes con expresión depresiva, sin chispa de ganas de seguir existiendo, aburridos en su larga y eterna inmortalidad.

-¿A quién debemos el honor de su visita?-preguntó intrigado e interesado el joven de cabello negro, ojos rojos y piel palida tal cual si fuera el mismo polvo de huesos, con una larga capa negra por el dorso y de reverso rojo, una vestimenta bastante antigua a decir verdad, con botones de color dorado y sogas adornandolo.

-Mis disculpas por interrumpir su noche, Reyes. Soy Laice Collins, y he venido con la intención de conoceros.-dice la mujer de aspecto cadaverico, su rostro tenía cuencas vacias oscuras como un hoyo negro, pero por el brillo de las luces dentro del castillo se podía ver el reflejo oscuro de sus cuencas de ojos totalmente negros. Al igual que la dulce y delicada flor blanco con naranja que descansaba entre su melena negra y larga que llegaba hasta el monte de sus senos. Un vestido escotado rojo con flores estampadas de color naranja, al igual que un maquillaje extraño que acentuaba la forma de calavera de halloween en su rostro, se encontraba observandolos con sumo respeto.- Me conocen más como la Catrina.

El Rey Marco en los primeros instantes no se mostró atento a la llegada de la mujer, pero fue el hilo rojo que tintiló en su dedo anullar el responsable de su interés en la mujer, notando perfectamente la conexión de tres hilos, el suyo, el de Aro y Caius por el mismo hilo rojo conectado por la fina mano delgada y paliducha de la mujer. Iluminando su existencia pero temiendo reclamar y exponer tal conocimiento hacia su hermano. El rey de cabello largo, de barba rubia castaño tupida y esculpida alrededor de aquellos carnosos labios, con un digno estilo bárbaro, siempre había tenido su singular expresión sombría por haber perdido a su querida esposa de quién se había enamorado siglos atrás, pero que solamente había sido un consuelo tomado por no encontrar a su compañera en todo el tiempo que había vagado solo por la tierra.

-Tú...-susurró Marcus con una emoción que trataba de ocultar, y sin poder evitarlo sus labios dictaron un cambio de ambiente en el Castillo, ya que muy pocas veces hablaba o se interesaba ante alguna visita. Su garganta, su cuerpo y todo de si, estiraba por gritar que era suya.

Caius Vulturi, fue quién terminó por sentenciar su propia estupidez, debido a que encaró brutalmente a la mujer de extraño aspecto extrafalario, corrompiendola contra la puerta doble ya cerrada de la sala de Trono, siseando a los oídos de la mujer, un claro signo de reclamo hacia la tan ansiada compañera destinada, diciendo:

-Mi Reina, mi compañera. Soy todo tuyo, pero no resistas a nuestro encanto que de aquí ya no saldrás más. -gruñó con una voz ronca fuerte y claro, Caius, un robusto hombre de rostro cuadrado, cabello corto al estilo militar, barba corta y labios carnosos. Ojos rojos y piel palida como el de cualquier vampiro.

Aro inmediantamente volteó su mirada a su hermano Marcus, pidiendo su mano tras ver el brillo de vida entre el reflejo de sus ojos rubies, un brillo que había perdido tras la muerte de su hermana Didyme. El Rey Bárbaro no perdió tiempo, y a regañadientes cedió, otorgando el nuevo conocimiento, que los sentenció a los tres con una compañera compartida.

-Eres nuestra compañera, pareja de vida eterna. Y nosotros somos tuyos, querida Catrina. -expresó con total determinación y necesidad Aro, totalmente extasiado, levantandose del trono para acercarse a Caius-Mi Reina, perdone nuestros pecados y acéptenos como sus Reyes.

Siendo así, como la Catrina tras una gran necesidad de saciar su curiosidad, terminó por encontrar a sus partes faltantes de su alma solitaria. En shock, no respondió a ninguno, ni mucho menos sintió dolor ante ello, esto era más de lo que esperaba encontrar con solo encarar su presencia ante los soberados del mundo de los vampiros.

Y realmente, le parecía ciertamente cómico, porque aunque haya llegado a sus manos, nada les aseguraría que fueran a ser aceptados de buenas a primeras, porque primero: ella era orgullosa, dominante de su vida y por sobre todo, esos Reyes deberían dejar todo lo que hicieron suyo antes de conocerla para siquiera pensar en entregar su plena virginidad ante el amor, porque esta alma y cuerpo que maneja solo había esperado a vivir sin conflictos innesarios cumpliendo su misión sin distracciones.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora