🎃 Capítulo 5

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—A veces presiento que Afrodita maldice tan vertiginosamente astuta y molesta que no tiene otra persona a quién molestar. —refunfuña apesadumbrado Hades.

Marcus estaba tan perdido en aquel lugar, en ningún momento había soltado la mano de su compañera, tal y como se lo había pedido. Pero llevaba bastante tiempo en ese lugar, que podría jurar había sido mucho, su cuerpo se sentía más viejo, y eso que un vampiro no podía envejecer.

—Fuiste infiel y me gané la lotería de tres reyes para mi. No era mi idea tener un harem, ni por asomo. —contesta Laice mientras se encontraba mirandolo igual de apesadumbrado.

Mientras más los viera, más parecían similares, era como ver una versión hombre y mujer de ambas personas.

—No te equivocas, vampiro. Así como ves, es lo que es. Ella es mi corazón viviente, y yo soy su cuerpo viviente. Parte de una maldición que no es necesario que sepas el motivo. —explica vagamente el Dios de cabello negro y ojos rojos ojerosos cuál vampiro, pálido y fortachon.

—Es por ella que es considerada una Diosa, porque es parte de ti, literalmente, ¿No?—afirma Marcus.

—Exactamente. Me agrada, es muy ingenioso, lo apruebo por ahora Laice. —expresa Hades mientras se levanta del sillon frente a una llamas de la fogata en aquella chimenea, por una copa de vino.

—Si... ¿Recibiste bien los pecadores de la tanda anterior?—pregunta incómoda, trata de esquivar ese tema.

—Así mismo, he de admitir que en Volterra tienen almas enjauladas exquisitas, deberías apoyar mas esa caza de humanos, querida.—expresa Hades mientras le ofrece una copa igual al suyo.— A lo mejor hace que tu trabajo sea infrecuente, pero el infierno está más interesante.

La Catrina Laice lo mira reticente, no podían levantar muchas sospechas ante Zeus, ni mucho menos exponer al orden del equilibrio en un caos, por más que fuera justo.

—Ya veré como procedo. No todo es tan fácil como dices...—interviene inconforme mirando la mano de su compañero y lo aprieta ligeramente—Usted no puede mencionarle nada de esto a los demás, eventualmente lo conocerán pero por el momento, evitarás el don de Aro.

—¿Tu...? Como lo sabés?—pregunta incrédulo el hombre bárbaro.

—Ya los ha investigado. Mi corazón no es ni incrédulo ni perezoso, no podemos exponernos a peligros indecorosos como los vampiros suelen presentar, aunque seamos Dioses, odiamos explicar nuestras decisiones o como actuamos, somos de libre albedrío en nuestras obligaciones...—explica un poco Hades.

—Al menos en el trabajo debemos ser capaces de disfrutar la libertad, porque en otros lugares no lo tenemos. —contesta Laice sombriamente— Ejemplo, el Olimpo.

—En eso tienes un punto. —acepta Hades ante la acotación— ¿Entonces que harás, Laice?

—Debo volver junto a los reyes restantes. Deivid cree que podría ser una desventaja dejarlos tanto tiempo solos, Marcus se siente mejor pero los demás, en verdad he percibido alrededor de mil quinientas maldiciones hacia alrededor de estas cinco horas. —expresa Laice con una mueca torcida.

—¿Cinco horas, dices...? No ha pasado ya más tiempo?—pregunta Marcus sorprendido. «Cada segundo que paso a su lado, siento que recobro motivos para ser más expresivo»piensa totalmente perdido y avergonzado.

—Tu cuerpo está muy acostumbrado al tiempo humano, que no logras asimilar el tiempo del infierno. Pero no te preocupes, este no es vuestro hogar, aún. —contempla Laice.

—¿Cómo que aún?—replica Marcus.

—Si os atravéis a querer usar sus artilugios machistas, encerrarme o siquiera traicionar mi confianza. No durará vuestra eternidad, Hades se encargará de desinfectar vuestras pieles para el castigo que os daré.—expresa tan sombría que hace tragar la ponzoña del vampiro.

Hades se carcajea al ver como su corazón sigue siendo tan escopiona. Todo estaba correctamente bien, no había peligro para ella, por ende, no intervendrá ni se expondrá más de lo necesario. Esperaba lograrlo, porque quierase o no, siempre estaban en la mirada de otros Dioses.

—Querida, ha quedado más que claro. En fin, creo que es momento de que vuelvas... —comenta Hades, viendo por las fraguas llamas de la chimenea una parte del mundo humano, donde doa de esos reyes aceptan unos papeles de divorcio firmados.— Parece que si quieren agradarnos. Perfecto.

—No te apresures a los hechos, que aquellas mujeres no se irán tan fáciles de esos reyes. —advierte Laice con el rostro neutral.

—No podríamos serte infiel, querida.

Laice lo mira, nota sinceridad, sin embargo niega con la cabeza.

—Tendrán tiempo para demostrarme eso, por ahora, es tiempo de volver.

Marcus siquiera digiera su respuesta tajante, y ya se encuentran siendo absorbidos por chispas de llamas de aquella chimenea. Llevándolos quien sabe a donde.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora