🎃 Capítulo 10

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2004, Mayo.
World Morte.

«★꧁.    (㇏(•̀ᵥᵥ•́)ノ)      .꧂★»

La Catrina Laice se encontraba leyendo archivos en su despacho de color negro y sombrío, no era amante de radiantes colores pero algo estaba segura. Que donde sus ojos quisieran ver, sin poder evitarlo sus ojos paraban en aquel hilo rojo en su dedo anular.

Bufó molesta.

No lo podía ignorar ni evitar.

Aunque siguiera con su vida, sus obligaciones y sus trabajos. Sus idas y vueltas al mundo mortal en distintas partes de paises europeos o latinoamericanos, donde no podía encontrar motivo que no justifique el lazo de compañeros a la necesidad de verlos más de lo que había afirmado hacer en relación a ellos.

Movía su dedo esquelético a modo de juego, mientras leía un documento.

—Se nota que te escuece estar trabajando y no con ellos.

Deivid se hace presente, mientras abre la puerta con más papeles en mano.

—Está complicado la situación—contestó sin querer profundizar.

El calavérico hombre la mira cruzandose de brazos, con una mirada hueca inquisitiva e inconforme por lo dicho por la mujer.

—Sácalo ya y dilo. Guardando todo no te llevará a ningún lado, Laice. —regañó incrédulo y molesto Deivid.

La Catrina lo mira con su mandíbula siendo apresada con molestia, odiaba que aquel huesudo hombre fuera su mejor amigo.

—No sé como te soporto.

—Así como yo lo hago, existiendo.

Ambos terminaron por reír con cierta amargura, Laice suspira y deja su pluma entintada en su lugar, al igual que los papeles en su debido orden.

—Bien, hablaré.

—Perfecto, te escuchó.

El huesudo hombre se sienta en la silla frente al escritorio, atento a ella.

—Dos de mis compañeros destinados proclamaron a esas mujeres como sus esposas, durante siglos todos vivieron así. Y me he molestado, porque desde que me volví Catrina nunca he estado con otro hombre porque todos son patéticos, sólo quieren usarme como objetivo y no como me lo merezco. —admite la Catrina Laice la molestia que ha estado ganando lugar entre su garganta y pecho.

—Auch, hasta a mí me dolió tu molestia. —ironiza Deivid pero cabecea dandole la razón. «Muchos hombres son patéticos, mucho más si se dejan influir por otros»pensó para sí mismo.— Pero eso no quiere decir que ellos sean igual, ¿O me equivoco?

—Tienen actitudes dominantes, prepotentes, se creen con el poder de mandar mi existencia. Tenían enjauladas a sus ex-esposas en torres, no tendré ese mismo destino.—advierte segura de no caer en ese encierro innecesario y estúpido.

—¿Cómo te trataron hasta el mes pasado que fuiste a verlos?—pregunta curioso Deivid, sin querer sacar precipitadas opiniones.

—Caius se acercaba sin consentimiento, en varias ocasiones quiso influir dominancia y poder sobre mí. Agarrando mi mandíbula o muñeca en contra de mi voluntad...—empieza a decir al recordar aquel hombre rubio, de barba corta y frente ancha.

—Imagino que lo pusiste en su lugar.

—Como debe ser. —contesta al reflejo con un tono sombrío— Aro tiene una habilidad que le permite leer a las personas telepaticamente, ha tratado de ser comprensivo pero no logro confiar completamente en sus intenciones.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora