🎃 Capítulo 2

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—No puedo creer que la mitad hayan sido almas y la mitad espíritus, nunca has traído mil muertos en un día, Catrina Laice. —comentó un hombre calavérico, mientras sellaba certificados de defunción tras cada huela que aparecía. El registro de llegada ya estaba actualizando los datos.

La mujer de expresión sombría se encontraba mirando el dedo con aquel hilo rojo danzando. Desde hace un tiempo que lo estaba viendo titilar, en lo que muchos de sus nuevos habitantes la miraban preocupada al verla caminar con esa expresión hasta llegar junto a la Sede Central "El Registro", ese hombre era encargado de fichar a todos, y era como un hermano menor.

—¿Debo extinguirlos por ese pecado? No puedo hacerlo...—murmuro pensativa e ida por la noticia shockeante de hace ya una semana, tiempo de su visita del mundo mortal.

—¿Cómo que no puedes? Siempre puedes, eres la Diosa de la Muerte, Hades no se opondrá en recibir a mas polisontes al infierno. —exclamo el hombre incrédulo al verla así— ¿Qué es lo que te está pasando? Dime sin anestecia.

—Encontré mi lazo rojo. Y son tres, tengo tres Reyes a mi disposición. —contesta mientras observa la nada, cabizbaja y perdida— Tengo muchas obligaciones como para jugar al amor, Deivid.

El hombre calavera la mira incrédulo, nunca espero que la Catrina Laice quisiera ser tan responsable con su trabajo para dejar sus sentimientos de lado, ella siempre había sido una joven muy carismática y dulce pero con gente que seleccionaba cautelosamente, era un muerto viviente y uno muy odioso, digno de ser el corazón de Hades; su mente siempre iba fría, sombría y calmada para solucionar los dilemas con la debida neutralidad.

—¿Acaso te ha asustado la idea de tener una relación inusual de tres?, Bueno más bien sería llamado como: orgía o cuarteto romántico. —comenta Deivid pensativo el hombre calavérico.

—No me asusta. Me molesta, porque he sentido punzadas de dolor al ver como estaban ya enlazados a otras vampiras, no soy como los de su especie, no soy una mujer la cual mantengan encerrada. Tengo mis obligaciones, siempre estoy de aquí para allá. —piensa la Catrina expresando su molestia mientras va repentando cada tensión entre sus manos huesudas.

Clac, clac, clac, clac, clac...

Cada hueso resonando como si estuviera tocando un piano crugiente.

—Comprendo. A mi tampoco me gustaría que Margaret no me hubiese esperado hasta encontrarnos en esta vida, pero debes comprender. La soledad hace que busquemos maneras de sentir menos dolor y angustia por quedarnos sin nada del cual poder disfrutar en vida. —comenta Deivid, mientras se levanta ordenando los papeles y encajonandolos, una vez terminó de registrar— En lo que te debes concentrar es, en lograr un divorcio quiénes tengan esposa y el resto, ya se verá con el tiempo.

—Es demasiado lío, esperaré que ellos lo decidan, mientras permanezca en nuestro mundo no percibiré la molestia del dolor de estar sin ellos. —contesta perezosa, sin querer hacer caso a la recomendación.

—¡No! No te dejaré que lo eches a perder. Tu a lo mejor no sientes dolor aquí, pero ellos son vampiros, capaz su apetito le disminuye sin su compañera y si los matan sin que vos estes presente, se pueden perder en el infierno. ¿en verdad dejarás que tus compañeros lleguen hasta Hades?—cuestionó Deivid.

La mano huesuda de la Catrina golpeó la mesa con molestia, pero ninguna contrariedad salió de sus labios. No lo iba a negar, había olvidado que aún podían sentir dolor, aún estando muertos. Por lo que, miró a su querido amigo y secretario.

—Aunque me de gracia admitirlo, aún no soy tan desvergonzada para que Hades vea quienes son mis pretendientes. Aunque tarde o temprano deberán conocerlo...—contesta la Catrina empezando a ir hacia un espejo, un portal hacia el mundo de los vivos.— Intentaré amigar, pero no pidas milagros, esos hombres se creen Reyes, pero yo sigo siendo la Diosa de la Muerte. Nadie me va a domesticar ni mucho menos quitar esta libertad que a diario lucho por tener.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora