🎃 Capítulo 12

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—Sabía perfectamente que los niños inmortales están determinantemente prohibidos y mucho menos convivir en el mundo humano para traer destrucción. —expuso Aro totalmente serio con aquella voz carente de vida.

—Sentenciaste tu derecho a seguir entre nosotros en el momento que esa niña extinguió todo un pueblo, resistirte no llegará a ningún lado.—sentenció Caius totalmente molesto.

Llevaba con ese humor de perros desde hace ya casi tres semanas.

—¡Se moría entre mis brazos, mi esposa murió en el parto! Era lo único que quedó de mi vida, iba a estar sola o moriría en la inmundicia de un callejón. —exclamó totalmente histerico el hombre de cabellos negros y ojos rojos, mirando con desesperación a la niña que reposaba entre los brazos de la rubia de ojos rojos(Jane).

—Podrías haberla dejado en un orfanato, sin intervenir ni levantar sospechas. —intervino Marcus, con una mueca de lastima a la bebé.

¡Oh, dichoso sea el universo y el creador! Cuántas veces el mismo Marcus había querido tener una descendencia, una familia y la inmortalidad defendía miles de motivos por el cuál no era un mundo grato para los bebés que quedaban petrificados en edad y tiempo de conversión.

—¡Es que no la ven! Es una bebé de siete meses, ¿Cómo podría haber resistido su aroma y la necesidad de quedarme con mi única familia? ¿Es que acaso no tienen ni un misero sentido de compasión?—gritó totalmente incrédulo el vampiro acusado de romper una ley.

Mientras que los Reyes imponían su presencia, y empezaban a charlar exponiendo las cartas al asunto solo un par de los integrantes de la guardia pudo notar la entrada pispireta de la Catrina Laice a través de una ligera corriente de viento en la sala de trono: Alec y Jane quiénes permanecían neutrales atentos a la bebé inmortal, la vieron llegar a ellos y mirar con curiosidad con aquel semblante terrorifico la situación.

Sus amos no pueden verme, actuen con normalidad, jóvenes Jane y Alec...

La incredulidad de ambos vampiros mencionados con aquella voz que no había sido mencionado por los labios de su Reina, los había dejado anonadados pero en ningún momento dejaron de mantener neutrales sus composturas y expresiones faciales.

Entonces fue allí cuando sus pensamientos volaron y se plasmaron tal cual una frase dicha en voz alta.

—¿Y por qué ellos no la pueden ver pero si nosotros?—preguntó Alec confundido.

—¿Por qué no quiere ser vista? —preguntó también Jane.

—¿No es obvio? Vengo en un momento inoportuno, si me descuido sus Reyes quedarán expuestos y débiles ante el acusado. Nadie sabe que han encontrado a su compañera, ni del tema de las ex-esposas, ¿No?—expresó la Catrina Laice mientras tomaba las mejillas de la bebé entre sus manos y esta solo se perdía entre el tacto de la mujer— Es una pena que hayan sentenciado a una bebé a permanecer en una edad incapaz de madurar, ni muertos conseguirán un descanso merecido... Su vida fue arruinada muy a temprana edad, una desgracia sin igual.

No se equivoca, mi señora. —expresa con respeto y comprensión Jane.

Alec no entendía porque su hermana era tan comprensiva con la mujer de sus reyes, pero suponía que era por el temor a verla enfadada.

—¿Hará algo al respecto de esta situación?—preguntó con curiosidad Alec, tras verla tomar el cuerpo de la bebé entre el cobijo de sus brazos.

—Lastimosamente no irá a mis tierras, pero si irá a los cielos. Dónde se encontrará con su madre, esta familia no posee a ningún ser querido que los recuerde en el mundo mortal. —expresó mientras roza su nariz con la pequeña que suelta una risa armoniosa.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora