🎃 Capítulo 20

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Aro sonrió divertido ante el gruñido de Caius, justamente como había podido observar en los recuerdos de Jane, ella se encontraba sentada en su trono. Orgullo y felicidad era lo que sintió como perfecta satisfacción en ese momento, Caius amagó con acercarse para replicar pero ambos jadearon tras notar como de entre la mano derecha de su compañera aparecía sus medallones del Clan colgando de entre sus dedos, tocando por reflejo los tres su cuello, cayendo en cuenta que en verdad no los tenían.

—¿Pero en qué momento...?—dijo Aro asombrado, pensando en dónde se le pudo haber caído.

—¿Qué? Pero... Si no se me pudo haber caído, ¡Imposible!—dijo Caius totalmente incrédulo.

—Con razón me sentía más ligero —murmuró con cierta confusión Marcus.

La Catrina Laice se pone de pie, acercandose a sus reyes con suma necesidad contenida para empezar a sacarlos de aquella burbuja de estupefacción ante la ausencia de esos medallones suyos.

—Deivid, mi demonio. Os quitó como medio de paga por el delivery del espejo, hoy he venido a devolverselos, mil disculpas por su manera de jugar con vosotros...—pidió con respeto y educación Laice.

Ahora es cuando podían verla mejor, poseía un artilugio que terminaba en una perla entre las fozas de la nariz y la corona que llevaba puesta era sencillamente parte de ella, esa corona de rosas negras y esa calavera pequeña en el centro, demostra...

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Ahora es cuando podían verla mejor, poseía un artilugio que terminaba en una perla entre las fozas de la nariz y la corona que llevaba puesta era sencillamente parte de ella, esa corona de rosas negras y esa calavera pequeña en el centro, demostrando su título sin ninguna molestia. Presentandose con un vestido largo hasta los pies de color negro y una pequeña abertura en forma de cristal de cuatro lados en vertical, mostrando lo justo y necesario de sus atributos femeninos.

—Es magnífico como no nos dimos cuenta de su ausencia. ¿Con cuánta eficiencia manejas miembros de tu guardia? ¿Cómo lo encontraste? —pregunta curioso Aro, él ansiaba ese mismo talento oculto.

—No lo encontré, lo castigaron para ser mi sirviente. —admitió despreocupada— ¿Porqué sigue deseando más poder cuando ya lo tenéis todo?

Aro no supo responder, no quiso, no quiso que su compañera viera su avaricia mas grande que su propia existencia inmortal.

—Uh, ¿te comieron la boca acaso, hermano?—se burló Caius, el rubio que no dudo en acercarse a ella.—¿Me lo regresas, querida mía?

La Catrina se relame los labios y en medio de un toque en su mejilla, deja que el medallón se deslice por la cabeza del rubio para finalizar con un beso en la comisura.

—Aquí tienes...

Caius gruñe anhelando un beso más profundo pero en cuánto quiso reclamar, de entre sus manos ella fue humo y no la pudo atraer a él.

—Rey Aro, no soy quién para juzgarlo pero si crees necesitar poder, tu vida terminará sin poder evitarlo yo...—comenta con cierta acidez.— Hay enemigos que desean vuestras cabezas, he notado que sóis quiénes más desean ver muertes.

Mis Reyes - VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora