Intoduzcan la cancion "Bathroom" de Montell Fish o cualquiera sexi, ya...

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Su cuerpo se pegó mucho al mío, como si no me dejara respirar sin parar por encima de él, un bocanada de aire me pego en mi rostro, y su aliento a licor también. Comenzó a jugar con mis sensibles lugares sin tocarme mucho. Su nariz comenzó a rozar la parte de atrás de mi oreja lentamente descendiendo por el cuello, mientras sentía su respiración cálida en el. Con la yema de sus dedos acariciaron mi hombro muy por encima, bajando hacia mi antebrazo.

—Aún no son las doce y ya te escondes de todos —murmuró en mi oído y una punzada baja llego a mi.

Puse mis manos en sus hombros alejándolo, su cercanía mi aturdía, no me dejaba pensar.

—¿Y si es así que? —su sonrisa mi dejó pasmada, mostró sus dientes blancos, perfectos en una amplia sonrisa coqueta.

Note aquella pierda gris en su colmillo, jamás había presenciado algo así.

—Piérdete —lo empuje y salí de la habitación aturdida, como pude.

Volví al gran salón junto con muchas personas,

—Quiero que me encuentre Mercy, búsquenlo y hagan que venga a mi, de acuerdo? —llegue donde Mari y sus amigas.

No entendía la obsesión por ese ser. Mordí mi mejilla y tome una copa de la bandeja del repartidor. Tomándola de un solo trago toda. ¿Que me sucedía? Esta no era yo o es lo que he dicho toda mi vida.

Sus amigas salieron a buscarlo.

—¿Lo has visto? Depronto hablaste con el, son amigos, no? —se acercó a mi susurrando.

—No —mi mente estaba perdida en algún lugar.

No quería meterme en esto, ya estaba muy adentro de toda esta situación para mi gusto. No hacía falta de entablar una conversación, ella estaba pendiente a ver a su alrededor, pero no era buena observadora, yo ya lo había visto, bien al fondo, colado, con una copa en la mano, la levantó en mi dirección sonriendo. Rodé los ojos y me gire. Mari me ofreció la tercera copa y la recibí, bebiendo esta vez más lento.

—¿A donde vas, me dejarás sola? —tomó mi mano.

—Al baño —mire como su mano tocaba brazo y lo aparte, ya que sus uñas se incrustaban poco a poco a mi carne —no creo que necesites mi compañía.

Se desconcertó pero asintió y siguió buscando con la mirada. Me hice camino a buscar un baño y creo que me perdí, juraba haber pasado por este pasillo ya.

—¿Zarha? —una voz me detuvo a mitad de camino por el pasillo y me gire.

—Michael —salude, mientras se acercaba.

—¿Perdida? —añade con un tono burlón y asiento —que suerte que me encontraste.

Si. Que suerte.

—Que linda te ves en vestido —su cumplido vino de la nada y sonreí.

—Gracias.

Yo definitivamente no era buena para esto y si estaba coqueteando, no sabía, siempre confundo con amabilidad las cosas.

—Sabes que me interesas, no? —se acercó tomando mis manos —no te quiero presionar, pero espero que me prestes más atención, no quiero ser tu amigo, Zarha.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora