Apreté mis labios, evitando verlo. Solté su mano, pero no se movió, no continuó su búsqueda. En cambio tomó una postura comprensiva y asintió.
—Subamos, me muero de hambre —cambio el tema y subió las escaleras.
Comimos algo en silencio. Quise preguntar o decir algo para variar que no fuera un tema que nos dejara enojados.
—¿Por que estás aquí? —sacudí mis manos, sus ojos me miraron con calma.
—Porque tú abuela me lo pidió y no tenía más nada que hacer —siguió comiendo de la tarta.
Suspire hondo, el no se ayuda.
—No. No estoy hablando de ahora. Me refiero, por que paraste aquí, en un pueblo —evito mirarme al inicio, sabía que ocultaba algo—es decir, ningún persona que se llame Mercy arrogante, que odia la naturaleza y a las personas chismosas, vendría a un pueblo solo por aburrimiento —contrarreste en tono de burla.
Su risa baja me hizo querer sonreír, también.
—No odio la naturaleza —fue lo único que dijo.
No dije nada más, no insistí, tal vez no debí preguntar, solo sería otra chismosa.
—Se me está pegando lo chismosa de las señoras del pueblo —me burlé en voz baja solo para mi y me propuse a recoger los platos limpios.
Yo no debería exigir algo que no estoy dispuesta a dar aún y no es como que seamos amigos en realidad, aquello que acordamos solo fue una decisión personal que se tomó a la ligera, si fuera por mi, si no es nada de lo que quiero, prefiero que se convierta en nada.
Escuché una melodía y me aproximé nuevamente a la sala de estar. Mercy colocó un disco en el toca disco de mi abuela. Hace tiempo que no se escuchaba en esta casa música desde ese tocadiscos. Quede paralizada por unos segundos, perdida en recuerdos, hasta que la música paro, hasta ese entonces, volví a el presente. Mire a Mercy, quien estaba quieto.
—Lo siento, no debí ponerlo, cierto? —negué lentamente y me acerque.
Cambie el disco y puse mi favorito y el de mis personas favoritas en aquel entonces. Lo reproduzco y me siento en el piso junto a la mesa, podía ver por la ventana la hojas que volaban por la brisa que las azotaba.
—Este disco es tan viejo como el pueblo —murmuré —seguro jamás lo has escuchado —lo mire, quien se sentaba a mi lado ahora, estirando sus largas piernas por debajo de la mesa pequeña.
Negó —no me quejo, no suena tan mal —lo mire mal y se encogió de hombros.
La canción sonó en toda la casa, era lo único que podíamos escuchar, no se sentía incómodo el espacio, es ahí cuando te das cuenta que no con todas las personas puedes disfrutar un espacio en silencio sin tener la necesidad de decir algo para llenar el espacio. Tal vez no la disfrute tanto como yo, esta canción tiene recuerdos de mis abuelos y de una Zarha pequeña. Me levanté y con la intención de cambiar la canción.
—¿Que generó prefieres?, seguro hay uno de tu estilo —comencé a buscar entre ellos, pero era inútil adivinar cual le gustaría.
—Adivina —me reto. Me gire examinando su respuesta —¿muy difícil? —se burló y asentí, perdida.
Aún así lo intente y cuando creí encontrar uno, lo puse a sonar, volviendo a mi asiento, expectante por su reacción, lo mire, examinando su rostro. La canción comenzó a sonar y sus gestos eran chistosos.
—¿Que?, ¿Tan mal me fue? —negó sonriendo por lo bajo —¿por que haces esas caras entonces? —me queje.
—Es muy romántico para mi gusto —sentí su aliento caliente en mi rostro.
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Hasta que salga el sol
Romance¿Si la vida te da limones qué haces? Probablemente muchos pensaran automáticamente "una limonada" o en el mismo dicho de los abuelo, pero en realidad la respuesta es "Nada", la vida no te da limones porque si. Debes ir a sembrarlos y recogerlos tú...