Tiene más que yo

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Yo soy mala para estas conversaciones, en especial si se trata de ser abierta y sentimental con alguien.

—Yo... yo nunca he estado... en una relación antes —.confesé evitando mirarlo —,soy muy mala expresando mis sentimientos.

El pareció escanearme. No parecía afectado, le dio igual.

—Yo no soy el mejor en ese tipo de cosas, si te soy sincero —aunque su confesión no me hizo sentir más segura o mejor, fue algo.

No estoy cerrada a la posibilidad, pero me da miedo estar abierta a ellas también.

—No te asuste, no te estoy pidiendo una relación —continuo —solo sigamos hablando, me gusta mucho estar contigo, y si algo se da, podremos ser más receptivos.

¿Acaba de decirme que deje fluir la relación?, había escuchado de eso antes, en las conversaciones ajenas y me enteré que nunca se llega a nada concreto. Y tal vez... eso era perfecto, el se iría y yo no quería quedar con un sentimiento de vacío.

—Si. Claro —.me levanté y fui a lavarme la cara y las manos.

—Luces estúpidamente bella sin maquillaje —se puso a mi lado una vez terminé. Evite verlo —te pusiste roja —por eso mismo evite verlo.

Trato de buscar mi cara con la suya, pero lo evite y eso solo me calentaba las mejillas y la punta de la nariz.

—No es cierto —mentí, pero ambos sabíamos que si. Le cerré la puerta del baño, dejándolo adentro —lávate bien.

—¿Para que quieres que me lave bien? —no podía verlo, pero sabría que tenía una cara de burla.

—Oh, Por Dios, cállate de una vez —me eche fresco a la cara, alejándome de la puerta.

Fuimos a su casa, ya que su abuelo me invitó a su casa a almorzar y acepté con gusto, el era el mejor amigo de mi abuela y el que mejor me caía, a él no le gustaban los chismes ni parecía ser falso.

El señor Francesco cocinaba solo, pero lo ayude, mientras Mercy hacía lo mínimo. El ambiente era relajado.

—El no lo recuerda, pero la primera vez que vino aquí, no quería bañarse y salió corriendo por el vecindario desnudó —contó, la sonrisa llevaba a sus ojos y se formaban arrugas en ellos —dio un anuncio de su presencia como solo el sabe.

Ambos nos reímos, menos el protagonista.

—No es cierto —giró los ojos, contuve mi sonrisa.

—Ajá —su abuelo lo ignoró, viéndolo por encima de sus lentes.

Me quise reír y Mercy me dio una mirada de advertencia.

—¿Hace cuanto que se conoce con mi abuela? —quise saber. Seguí picando fruta, para la ensalada.

—Ya hace como... veinte años, si no es más —abrí los ojos, era mucho tiempo.

Seguimos hablando sobre cosas muy normales, las risas no faltaron. A diferencia de Mercy, el señor Francesco era muy chistoso y simpático siempre, así que el ambiente fue muy agradable, superando mis expectativas. Mercy recibió una llamada y se perdió en algún pasillo atendiendo.

—No es fácil de llevar, eh —hablo su abuelo.

—Ni que me lo diga —el soltó un bufido evitando soltar una carcajada —pero lo entiendo, no es fácil venir de una ciudad a un pueblo, el cambio es muy difícil, hay mucho contraste en el.

—Tal vez, pero ahora se despierta con la idea de salir de la casa —me mira sonriendo, pero no quise mal interpretar —gracias por acogerlo, no es muy amigable con todos. Más bien con casi nadie.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora