No estamos haciendo nada malo

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Todo se sentía mal, como si estuviera en Alicia en el país de las maravillas, o si estuviera en un mundo paralelo, donde todo está al revés.

—No tienes vergüenza alguna —me quejo.

—¿Porque debería tenerla? Mmh—,cortó la distancia que nos separaba y contuve mi respiración —,no estoy haciendo nada malo.

¿Que no que? Cristo redentor, María purísima, espíritu santo, Dios, y todos los santos y dioses que pueden existir, agárrenme y protéjanme, para no caer en la tentación del mal.

—Mientes —musito por lo bajo.

—¿Y eso te pone brava? —su dedos acariciaban mi cabello por detrás —Déjame enseñarte, lo disfrutaras tanto como yo, lo prometo.

Mi corazón se aceleró. Aquellos ojos cafés recorrían mi rostro esperando una respuesta satisfactoria.

—¿Por que crees que te dejaría? —la mala cara en mi era ya normal en nuestras conversaciones.

—Porque lo quieres tanto como yo —,acaricio mis labios suavemente —y quien mejor que yo.

¿Eso era cierto?, mi mente decía que no, pero mi cuerpo y mi corazón respondían a él con excitación. Estaba en la cima de un árbol con los ojos vendados a punto de caerme y no lo sabía aún.

—Yo, no creo... —,odie que no me saliera la voz firme.

—¿No? —pregunto casi dolido, y quise contradecirlo —¿segura?

La música se hizo fuerte, podía escucharla desde aquí, nadie miraría, nadie sabría nada si no lo digo y yo no tengo amigos para hablar de ello. Sería solo una probada. Me sentía muy mal porque no podía probar lo que cualquiera desearía probar de él.

Mercy. Lo mire ahora mejor. Detalladamente, si, era guapo, muy guapo para mi gusto, alto, corpulento con tatuajes desde sus dedos hasta su cuello, en ambas manos, ojos color miel, pero en noche eran algo oscuros, con piel bronceada, un rostro marcado, unos labios muy lindos y su cabello sedoso. Si, no juzgo a quienes se voltean a verlo al pasar.

Su rostro muy cerca del mío me puso vigorosa, muy vigorosa. Así que me entregue a el, el beso se aproxima y yo lo recibo con una caricia. Mis manos se entierran en su cuero cabelludo y las suyas en mi cintura, su boca cálida y esponjosa me deleito atacando la mía. Mi corazón inicio una melodía fuerte, retumbante, mis piernas templaron.

Sabía a gloria, sus manos comenzaron a repartir caricias por mi cuerpo delicadamente, el beso se convirtió en una velada lenta y profunda. Mordisqueó suavemente su labio inferior con necesidad un gruñido salió de él y me gustaría volver a hacerlo solo para comprobar que no me lo imagine.

El era más grande que yo, aún así me sorprendió cuando tomó mis muslos y con facilidad, como una pluma, me levantó y posicionó en el lavamanos. Sus labios rojos y entreabiertos, su cabello despeinado y esa mirada que era nueva para mi. Lujuria. Sus ojos estaban llenos de ella. Presencie una pequeña sonrisa de su parte antes de sentir sus labios en mi mejilla y descendiendo por mi cuello. Sentía un hormigueo en el rastro de besos que iba creando a su antojo, sentí una mordida en mi cuello y di un pequeño salto apretando sus hombros. Una risa muy baja salió de el y pude sentir como sus labios formaban una sonrisa en mi piel.

Evite sonreír también. Las campanas dejaron de sonar y cuando iba a decirle que se detuviera volvió a besarme. Esta vez había más deseo, pasión y me deje llevar, lo atraje a mi pegando su cuerpo completamente al mío, con necesidad. Ahora sus toques eran firmes, apretaban y masajeaban mi piel con deseo de más. Sentí una electricidad cuando su mano iba subiendo por mi muslo con pequeños roses, en mi barriga se sentía un hormigueo delicioso. Quise matar a las mariposas que crecían en el, no debían.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora