Protegeme señor con tu espírituuu

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Llegamos y abrió la puerta el, que tenía menos cosas. Por suerte mi abuela estaba sentada viendo televisión.

—Llegue, ¿ya tienes hambre? —acomode las bolsas en la mesa y le quite las de Mercy.

—Aún no —se giró y al ver a mi acompañante se sorprendió —Pero si es el muchacho amigo de Zarha.

—Mercy abuela, se llama Mercy —le recordé, ya que sonaba muy raro "el muchacho amigo de Zarha"

—Eso, Mercy, que bonito nombre tienes, hijo —sonrió —¿te apetece quedarte un rato y hacernos compañía?

El me miro primero, y asentí. Fue a donde mi abuela y se sentó a hacerle conversación mientras veían una película. Así pude hacer tiempo y comenzar a cocinar, el parecía cómodo, respondía y incluso hacía comentarios como los de mi abuela, ella parecía muy cómoda también.

Tal vez eso es lo que ella necesitaba ahora, alguien que no le recordara su situación, que la animara y que no fuera yo, seguro ya estaba cansada de mi.

Acepto que me he vuelto cansona, pero es que todo me da miedo, me da miedo perderla, así que me volví como una mamá para ella, los papeles se rotaron.

La ayudo a pararse para ir al baño y luego el se acercó a la cocina, sin decir nada. La comida ya casi estaba, me puse a limpiar la cocina.

—Debes estar ocupado, entiendo si debes irte, le diré —lo trate de convencer, no quería verlo a los ojos. Siempre me intimidaba aquella mirada.

Se acercó, dándole vuelta al islam y poniéndose a mi lado.

—¿Que tan ocupado se puede estar en un pueblo? —levante la mirada —,es todo tan aburrido, esos chicos son lo más ordinario que he visto en mi vida.

Fruncí el ceño.

—¿Te reuniste con ellos? —asintió, arrepentido de su decisión —la diversión del pueblo no se compara con la de la ciudad —me encojo de hombros.

—No estoy tan seguro de eso —dio un paso hacia mi.

Recuerdo el día en el campo y el día de la pintura, justo ahora sentía lo mismo, me extrañaba esta sensación.

—¿Cómo? —susurré.

—Me causa interés —dio un paso más y yo retrocedí, chocando con el islam.

—¿El que? —casi no me sale la voz.

¿Por qué se acercaba tanto a mi?, ¿que será lo que quiere de mi?, ¿y por que yo?

Que juego de palabras tan absurdas, yo no sabía que decía ni lo que escuchaba de su boca.

—Zarha... —se rostro se acercó y sentí su aliento apenas en mi rostro. Aquel tono seductor me causó estragos en el estómago.

—Si, Mercy? —apreté el trapo que tenía en mis manos.

Dios mío, líbrame de todo pecado maligno.

Su mirada se intercala entre mis ojos y mi boca, algo en mi cerebro se activo y me gire, evitando verlo. Sentía mi corazón en mis oídos, temía que el pudiera escucharlos.

Vete por favor, vete ya.

—Dios, eres tan buena que quiero corromperte tanto... —su voz se coló detrás de mi oído que mando una corriéndote de electricidad desde mi espalda baja hasta mi cabeza.

Me erice.

—No soy una niña —.me gire encarándolo, se me subieron los zumos.

Inclinó su rostro aún cerca de mi, escaneando mi reacción.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora