Arregla cosas que ella no rompe

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—Realmente no estoy de humor, Rafa —lo aparte, pero fue inútil.

—¡¿Pero que haces, idiota?! —Michael lo empujó.

Rafael se apartó de mi y me separé de él lo más que pude, toque mi pecho, sentía que el corazón se me iba a salir. Mire con horror a Rafael y Michael lo miraba enojado.

—Apártate, no te incumbe —Rafael se zafó del agarre de mala gana —,deja que ella elija y ciertamente sabemos que no eres tú.

—Ni tú —Michael se alejó, mirándolo mal.

Me sentía mal, esto era lo que yo quería evitar.

—Podrían por favor calmarse —hablé tratando de detener la situación.

Pero estaba asustada.

—Quédate afuera de esto. Zarha —Rafael habló con un tono que me alertó. Fue tosco y seco.

—Vamos deja de ser aguafiestas y vete —Michael lo echo, con una mirada de desaprobación.

Esperaba que se fuera, no quería que nadie saliera lastimado. Algunos estaban viendo la situación, pero no hacían nada.

—Vamos, están siendo molestos —me sorprendió cuando Rafael tomó mi muñeca con algo de fuerza y jalo de mi.

Oh, no. No de nuevo. Mire a Michael, pidiendo ayuda y este se acercó para hacer algo.

—Suéltala, de una vez —.su voz se hizo presente, sonaba autoritaria.

Mercy, todos nos dimos la vuelta, para verlo. Venia a zancadas hacia nosotros.

—No se me da la gana —.le respondió mirándolo mal —¿por que no te vas a tu maldita ciudad de una vez?

La situación estaba complicada ahora, se sentía la tensión entre todos. Era horrible, yo odiaba estos escenarios, me hacían sentir débil y nerviosa.

—Por que no vienes y me coge el trozo, imbecil de mierda —Mercy escupió.

Abrí mis ojos. Era obvio el tipo de tono con el que hablo, no estaba de humor, ni bromeando. Algo iba a salir muy mal, ya lo presentía.

—No te lo voy a repetir tres veces, así que suéltala —dio dos pasos adelante.

—¿O que? —,Rafael dio un paso conmigo, apretando más mi muñeca, hice una mueca y Mercy me miro —¿llamaras a tu abuelo y harás que nos vayamos a dormir? No lo creo.

—No. Yo mismo te daré una paliza que te haga dormir —,paso su mano por su boca, al ver cómo yo hacía mala cara por el agarre.

Lo siguiente que pasó fue muy rápido, Mercy le propuso un golpe en la cara a Rafael, tal fuerte que me soltó, este retrocedió llevándose la mano a su nariz, que sangraba a cántaros. Abrí los ojos, y antes de detener a Mercy, Rafael ya se le había lanzado. Pero no logro pegarle.

Mierda, debía hacer algo.

—¡Mercy!, —me acerque viendo que ninguno golpeaba. Solo forcejaban, Rafael tratando de pegarle y Mercy agarrándolo fuerte para que no hiciera nada, pero no toque a ninguno, me daba miedo —¡detente!

Rafael llevó atrás su mano para coger impulso y pegarle a Mercy, pero en cambio me pegó a mi, en la boca, tan fuerte que mi mente se vació, sentí como la sangre llenaba mi boca, sus anillos habían dado en un buen lugar. Me sentí mareada. Todos se callaron, y yo retrocedí cuando vi a Rafael girarse, por mi rostro se pasó el miedo.

Se acercó y me aleje un paso.

—¿Como le pudo pegar a una mujer? —escuché entre la multitud.

—Zarha, yo...

Mercy lo empujó tan fuerte que calló al piso del otro lado, y se acercó a mi. Me aleje por instinto también, no es como si el fuera mejor que Rafael en estos instantes. El se detuvo a medio camino, notando mi reacción. No supe que decir, pero aún estaba sangrando.

—Mierda, no se detiene —susurré para mi, por mi mano corría sangre.

—Ven. Te ayudaré —Michael se acercó a mi y acepté su ayuda.

La mirada de Mercy me perseguía, sentía culpa, lo sabía, pero yo tenía miedo de volver a estar en esa situación. El aún estaba alterado, podríamos hablar cuando se calmará, si es que yo estaba de ánimos.
Michael me llevo a algún lugar de la casa. Busco el botiquín y se arrodillo.

—Fue un buen golpe, eh —,trato de bajar la tensión en la habitación.

Asentí, pero no me atreví a decir nada más. Me limpio la herida y dejo que parase de sangrar. Sentí entumecida la boca.

—Lo siento tanto, Zarha —.agacho su cabeza, evitando verme, su voz sonaba apagada —no debí dejar que esto pasara, yo se que tú no eres de estos ambientes y viniste.

—Es tu cumpleaños —justifique.

—Si, pero yo debí saber que algo así pasaría —,se sentó a mi lado, pero fue prudente, se sentó algo lejos —para nadie es un secreto que le gustas a muchos y tampoco era impredecible el que todos se emborracharan y perdieran los estribos.

Lo sabía. Por eso no me gustaban las fiestas mucho. La mayoría no tenia control sobre sus problemas de ira. Me alegra que el tuviera eso presente. Por más que me sorprendiera, que el estuviera en tan buen estado y me ayudará.

—Estoy bien. Gracias a ti —le sonreí —pero justo ahora prefiero irme a mi casa, lamento que se dañara el ambiente.

El negó. Sonriendo.

—Nadie lo recordará. Todos están lo suficientemente borrachos como para prestarle atención —se levantó —,lávate la mano bien. Te llevare a casa.

Asentí y hice caso. Salimos por la parte trasera, el me llevó a casa en coche ya que estábamos algo lejos, agradecí no encontrarme con Mercy ni con Rafael. Michael me dejó en mi casa y espero a que entrara. El se ofreció a decirle a Mercy que me había traído a casa por si lo veía.

Entre en silencio y vi que eran las dos de la mañana, me puse la pijama y me acosté, cerré la puerta con seguro y me dediqué a ver la luz de la luna que entraba por mi ventana. Mis lagrimas salieron sin mucho esfuerzo, me sentía fatal.

No sabía que había hecho para merecer esto, pero ya me odiaba a mi misma por ello. Me quede dormida entre lagrimas y lagrimas.

Al día siguiente mi abuela tocó mi puerta pero no respondí, a lo que ella dejó de insistir. Mi cuerpo pesaba, cuando volvió a tocar ya era la dos de la tarde y le dije que no quería salir, que estaba cansada, ella entendió y me aviso que saldría a distraerse un rato. Mi abuela sabía de sobra que algo estaba mal, pero prefiero dejarme.

Una hora después me levanté y me metí al baño de mi habitación. Mi cara era un desastre, estaba un hada y tenía un morado y una cortada lo suficientemente grande, hice una mueca que dolió. Me bañe y me metí en la cama de nuevo.

Esto es un desastre. Ni en mis mas locos sueños pensé que estaría en esta situación. En la noche mi abuela se preocupó mucho y empezó a tocar la puerta con total insistencia. Abrí y me acosté de nuevo.

—Abue. Estoy bien, solo estoy cansada, bueno? —,me arrope, dándole la espalda.

No hizo caso y se sentó a mi lado, me tape la cara con la cobija. Ella me destapo con cuidado.

—Oh, cariño —sus ojos me miraron con tristeza y mi corazón dolió —ven aquí.

Me tendió sus brazos y la abracé, mis lagrimas salieron y las de ellas también, nos quedamos así por un muy buen rato. Le conté lo que pasó, desde mis sentimientos por Mercy, como la pelea.

—Lo lamento tanto, mi niña —limpio mis lagrimas con cuidado —lamento haberte forzado a estar con personas así.

Negué.

—No es tu culpa, no todos son como uno espera —,entendí eso a las malas.

Dormí con ella en mi cama. Mientras me abrazaba y me daba caricias en la cabeza en el la espalda, tarareando una canción que conocía muy bien. Me sentí amada, aliviada de tenerla en mi vida, era increíble como arreglaba cosas que no rompía ella. Era mi curita siempre. Siempre lo sería.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora