Efectivamente, esto terminaría en un completo desastre. No sabía cómo pude llegar hasta acá.
Pero hice una jugada inteligente. Su cara de enojo me dio motores. Me quite las medias, yo sabía que el tenia menos prendas que yo. Solo un cinturón una camisa, pantalón y medias. El también se quitaría las medias, si es inteligente.
Las puse sobre sobre la mesa inclinándome, sonriendo. Igualó el también en su turno y se quitó sus medias, luego yo terminé quitándome mi moño que recogía mi cabello.
—Eso no es una prenda en si —reprochó cómo niño pequeño.
—Si lo es. Búscalo en internet —lo rete.
Me miro mal, pero sabía que se quería reír, por mi imprudencia. Cuando fue su turno se quitó el cinturón con algo de lentitud, Dios mío, su abdomen se tensaba con cada movimiento y podía ver sus tatuajes con claridad. Sentía la tensión en la sala, ¡Dios, mío!, la sala. ¡Estaba haciendo esto en la sala de mi casa!.
Ya a estas alturas no sabía si seguir apostando. Podría ser una pérdida.
—El premio —pregunté antes de seguir, frunció el ceño —¿que se lleva el ganador?
Debíamos poner uno, siempre hay uno.
—En caso que ganes, te daré lo que quieras —dijo como el señor todo poderoso que es, y bufé —cuando yo gane, me tendrás que conceder un deseo, es justo, ¿no te parece?
Lo re calcule, y si. Era justa su oferta. Me pregunté si yo podría darle cualquier cosa que el pidiera. Tal vez no podría, el pareció leer mis pensamientos.
—No pediré cosas imposibles o difíciles, tranquila —hablo como si tuviera el juego ganado desde antes de comenzar a jugar.
Mierda. Eso me asusto mucho. Era imposible.
Justo era mi turno y estaba en desventaja, una sola palabra podía hacerme ganar o perder, era mi última prenda.
—Igualó —levantó una ceja sonriendo. Me molesto tanto, quise pegarle y quitarle la sonrisa, en cambio me quite mi blusa y se la lancé en la cara —estúpido.
Aunque mi cabello ayudaba a cubrir mis pechos, no era suficiente, me sentía muy expuesta, me daba vergüenza, porque era primera vez que un hombre me veía los pechos. En cambio, me di cuenta que no los miro, su mirada seguía en mi cara.
—Voltea tu carta —señaló mi carta y así lo hicimos ambos —sonrió. Oh, no.
Abrí mi boca, que patética fui. Me sentí humillada.
—¿Desde el inicio seguías apostando, mientras veías que tenía la carta más baja? —mire mi carta, mi estúpida y pésima carta —vaya suerte tengo.
—Jugaste bien —ese cumplido se pareció más bien a una palmada en la cabeza cuando te compadecen y me enojo.
—Suerte de principiante —le dije.
—No soy un principiante, te sorprendería —.se burló.
—¿En serio? —se me salió muy rápido.
—Manejo un club de apuestas —confesó y quede sorprendida —he jugado mucho, podría enseñarte, tienes potencial.
—Ah, si? —interesante.
—Mmhh, eres un diamante en bruto —me escaneo esta vez, mis mejillas ardieron y mi barriga emitió una punzada deliciosa.
Trague grueso.
—Devuélveme mi ropa, por favor —estire mi mano, pero se negó, aún sonriendo.
—Perdiste —me lo recordó y me dolió el ego.
—Lo se, pero ya terminamos de jugar —me excuse.
—Mm-mmm —negó —ahora es cuando comenzamos a jugar —se apoyó sobre sus brazos dejándome ver su torso, hice mala cara.
Así que me canse y fui a buscarla yo misma, o una de dos, la camisa se rompería o me la daría sin protestar. Esas eran mis opciones.
Me levanté y caminé hacia el agachándome la agarre, pero el la tenía sujeta.
—Suelta —amenace pero negó viéndome desde abajo, me arrodille y la jale con las dos manos, el solo con una, tenía mucha más fuerza que yo, obviamente esos músculos no estaban de adorno —Mercy...
Iba a decirle que me dejara de ver los pechos, y jale con intension de romper la blusa, pero el jalo mi muñeca y me jalo al mismo tiempo por la cintura, sentándome en su regazo. Abrí mis ojos asustada.
Habían muchos jalones ahí, que cosita.
—El juego no termina hasta que yo lo diga —ronroneo, coqueto.
Casi caigo, en su juego, me mantuve firme.
—Entonces ten diversión jugando solo —quite su mano de mi muñeca.
No fue suficiente para detenerlo.
—¿Por que te resiste a mi? —un dedo de su mano, la cual estaba en mi cintura empezó a acariciar mi piel con sutiliza.
Sentí choques de electricidad con cada roce.
—Porque no me gustas —susurré.
Sonrió suavemente. Su rostro estaba muy cerca.
—Mientes —confirmó.
—No es así —lo contradije, aunque no sabía a estas alturas que estaba negando.
—Dime que no te gusta como te he tocado —coloco un mechón de cabello detrás mi mi oreja muy sutilmente —que no piensas en mi o que no te gustaría que te tuviera cerca de mi, dímelo, Zarha.
¿Yo? Se lo dirá su abuela, antes muerta que sencilla. No aceptaría todo aquello que claramente es cierto. Por favor, ni que fuera una desesperada, aún no hemos llegado hasta allá, así tampoco.
—Cualquiera puede causar el mismo efecto, no tomes tanto crédito por algo tan sencillo, Mercy —palmeó su pecho como a un niño.
Aquello pareció enojarle. Se notaba como cambio su rostro a uno más serio y sus rasgos se endurecieron. Quise enojarlo mas, quería ver que tan posesivo y enojado podría llegar a ser.
—Vuelves a mentir, pequeña —el siempre creía saberlo todo, me molestaba.
—Tu no eres Dios para saberlo todo —fruncí el ceño.
—No soy el Dios que tú crees, pero puedo llevarte al cielo y verlo por ti misma —acercó su rostro y su agarre en mi cintura se apretó —y luego arrastrarte al infierno y hacerte sentir como si fuera un cielo nuevo —acaricio mi labio con su pulgar muy por encima, casi sin tocarlo —sabes que puedo hacer eso y más.
No lo dudaba a estas alturas, pero las palabras eran solo eso, palabras convertidas en promesas vanas que se las lleva el viento. Así que el lo sabía desde un inicio y lo transformó en hechos. Sus labios acunaron los míos en un beso cálido, lleno de pasión y deseo, más lento o cariñoso, tenía rabia, frustración y miedo. Pero sabía a gloria, besaba como los mismos dioses. Sus manos acariciaban mi piel desnuda con audacia, sus dientes mordían mi labio y chupaban, tirando de el deliciosamente doloroso. Con la yema de su dedo comenzó un nuevo recorrido, desde mi estomago lentamente, pasó a besar mi cuello, con pequeños picos, encontrando mi zona más sensible, jamás sabía que me encantaría tanto que me besaran el cuello hasta descubrirlo.
Sus labios húmedos me erizaban la piel, subió la yema de su dedo rozando mi pecho y me alejé por instinto, más bien por miedo, vergüenza, yo no estaba preparada para algo más que esto, no aún.
—No te tocare —se separó despacio, analizando la situación, sus ojos me atraparon, pero sus manos me sostenían con firmeza, porque en cualquier momento me podría desmayar —si no me lo pides. No te haré nada que no quieras.
Dios mío. A estas alturas, ya no se que quiero, no, no, mejor re calculo la afirmación, ya no se que no quiero cuando viene de parte de Mercy Di Marco.
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Hasta que salga el sol
Romance¿Si la vida te da limones qué haces? Probablemente muchos pensaran automáticamente "una limonada" o en el mismo dicho de los abuelo, pero en realidad la respuesta es "Nada", la vida no te da limones porque si. Debes ir a sembrarlos y recogerlos tú...